AMARILLO | KRISMA MANCÍA

AMARILLO | KRISMA MANCÍA

AMARILLO

Tú no, corazón.
Tú no eres el motivo de tanta agua extraída
de los pozos industriales.
Tú no eres la causa de que la ciudad
se vista de terrible tentación.

La hiedra volvió a crecer en las paredes
haciendo el dibujo geométrico de unos brazos abiertos.

Tú no, corazón. Tú estabas dormido
bajo las piedras.

Estaba yo, lejos, viendo en mi mano germinar un jardín
cuando un Diente de León pasó.
También la tentación, corazón, pasó vestida de amarillo.

Estaba yo, cerca, mintiéndome.
Oyendo cómo dos pares de ojos conversaban
sobre el retorno del otoño.

Me voy a morir pronto y no llega el invierno.
Las cosas me hablan en otro idioma.
La eternidad recupera la sonrisa.
Estoy a un centímetro de tocar el universo
y solo necesito saber
hasta dónde llegan las ondas expansivas de la memoria,
cuántos kilómetros cuadrados puede contener un recuerdo,
si un Diente de León es una broma del destino,
si un golpe de suerte
es una maniobra arriesgada en altamar,
una aventura donde el cielo se rompe al ser señalado.
Y es que no quiero perderme la emoción de ser
la sombra de un beso deslizándose en tu cuello,
la sombra de una mano abriendo tu puerta,
la sombra de un pie bajo tu sábana.

Estás periférico, corazón, me lo dice tu ladrido.
Estás como llave de grifo.
Estás como de otro planeta:
alucinado.


LA BUENA MADRE

Allí están las buenas madres
Como líneas/ como autopistas/ como estelas/ como vías lácteas
Como columnas dóricas/ como volcanes/ como ciudades sumergidas en el mar
Pariendo y viéndome desde el cielo
Allí están sus hijos vestidos de animales
Unos con patitas de orugas temblando en alguna rama
Otros deliciosamente devorados por los sapos
Y están los hijos que no se quisieron, que ahogaron
Que abortaron en los baños públicos
Porque no es el momento para sufrir
También están los adictos a sus pieles sedosas/ las sanguijuelas
Que manchan sus camisas blancas
Que maman de sus pezones hasta desangrarlas
Y que no se disculpan
Jamás se disculparán
Y como buena madre los odian en silencio

Los hijos siempre

terminan

siendo

locura


CASCABELES EN EL CUELLO

Escucho a las sirenas de las ambulancias que gritan por toda la ciudad
donde nadie se molesta en recoger a los muertos.

—Es invierno. No te preocupes, gatita mía,
la lluvia se encargará de borrar las evidencias.

Esquivo los charcos de sangre
y trato de buscar pequeñas señales de luz
para darle sentido a mi vida.
Persigo la luz. El sol ya no es suficiente.
Saltó al acuario de pirañas que es la oficina.
El dinero no alcanza, dice Patricia que vende clandestinamente zapatos
mientras escuchamos a Gema follar con el jefe a puerta cerrada.
Corre la envidia. Ahora es Gema quien usa ese lindo cascabel en el cuello
porque es la mejor forma para afianzarse una buena cena.
Leo el boletín del sindicato. En los pasillos,
ya nadie quiso limpiar las plumas de las palomas
que anidan en el cielo falso. No hay presupuesto para esos lujos.
Entonces trajeron a los gatos, que son más baratos,
para acabar con la invasión, pero los felinos acordaron entre sí
fraternizar, enamorarse y multiplicarse con escándalo.
Ahora todos cuidamos un gato en el cajón del escritorio
y todos evadimos el aleteo mortal de las palomas en el pasillo.
Desesperación. Las alarmas se activan. Hay amenazas de tsunamis.
Murmuran que no tendremos aguinaldo y que el otro año nos bajaran el sueldo.

—No te preocupes, gatita mía, las cosas mejorarán.

Díganme que la Luna es de queso, por favor.
Cantan las sirenas. Otra vez los gatos maúllan.
Y otra vez una voz profesional me amenaza a través del teléfono
me dice que el banco me embargará hasta el alma
que en China se comen a los gatos,
que en México sazonan grillos,
que la carne humana es dulce
Y es que la comida camina en la oficina
Usan medias de seda/corbata de rombos
y todos enloquecemos de hambre.
Fingir se ha vuelto rutina
y babeamos ante la moneda de un mendigo
libre de impuestos y congojas moralistas.
Entrego el informe. Archivo el memorando.
Asunto: austeridad. No habrá más papel higiénico.
¡Y ni lo sueñes!
Tampoco habrá agua embotellada para beber.

—¿Qué te crees? No hay presupuesto para esos lujos.
Agradece que todavía tienes empleo, gatita mía,
porque ya eres demasiado vieja o muy ingenua
para prostituirte en otro antro.

Suena la alarma.

—No te preocupes, gatita mía, te compré este cascabel.

Alguien saltó por la ventana.


Krisma Mancía, San Salvador, 1980. Escritora. Estudió letras en la Universidad de El Salvador (UES), teatro en La Escuela Arte del Actor y perteneció al taller de talentos de La Casa del Escritor de El Salvador bajo la tutela del escritor Rafael Menjívar Ochoa. Tiene formación en escultura y cerámica por el Centro Nacional de Artes (CENAR). Publicó “La era del llanto“, en la Colección Nuevapalabra bajo el sello editorial DPI (Dirección de Publicaciones e Impresos) de El Salvador, 2004; en noviembre del 2005 “Viaje al Imperio de las Ventanas Cerradas” ganó el I Premio de poesía joven La Garúa en la rama internacional y publicado en 2006 por la editorial La Garúa, de Santa Coloma de Gramenet, Barcelona, España; en 2016 publica “Nueva Cosecha” por la Editorial Casa de Poesía de Costa Rica y “Pájaros imaginarios y trenes invisibles entre tu ciudad y la mía” editada por Valparaíso de España y publicada por la Editorial Municipal de la Alcaldía de San Salvador. Sus textos literarios han sido recogidos en diversos periódicos culturales, en antologías y en revistas de América Latina y Europa. Ha participado en varios festivales, conferencias y recitales a nivel nacional e internacional. Actualmente trabaja en el Ministerio de Cultura de El Salvador coordinando los premios literarios de los Juegos Florales a nivel nacionales.

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