
ESTRANGULADA
Hace nueve años
en el galpón de un liceo
aprendí defensa personal
mis estudiantes insistieron
con que no solo debía ser la nefertiti del castellano
también debía ser la nefertiti aikido
siempre alerta ante el ruido de la moto
siempre pila con aquellos de la esquina
siempre mosca con quien sorprende en la camioneta
la cartera un distractor
la mirada baja
y el cuerpo firme
manos puños, piernas ganchos, brazos llaves. Siempre.
Pero el día llegó
y no fue afuera muchachos
ese mundo tan bien maquetado
se deshizo ante el cuerpo de quien dormía a mi lado.
Olvidé la técnica
y entre mi carótida aplastada
el cuerpo lo dejé allí junto a la cama
no hizo falta las piernas, los brazos, las manos
en vez de la mirada
respiré bajito
fui de todo menos una reina de la defensa
me convertí en espíritu
subí subí subí
como el aire puro
y
solo me sostuvo el rosario que guinda junto a mi pecho
aparté desde la altura aquel demonio
ahora
voy ilesa
y escribo este poema
como para que algo me salve
porque aún tiemblo y tengo miedo.
Mucho miedo.
KHANDROMA
Una vez alguien despertó de mi cama
y los ojos se le convirtieron en piedra
piedra negra en donde bailaba la muerte.
¡Rayos! No estoy vestida para la ocasión.
-Me dije.-
Y supe que así no tenía que ser.
Y por eso le hablé del amor.
Amor en tono cuchi. Yo, cuando nunca aprendí el lenguaje de las aves.
Esa madrugada volé
y vi mi cuerpo tendido entre las almohadas
y una mancha púrpura estaba encima de mí.
Y de puntillas
me acerqué a aquellas manos que me estrangulaban
y mientras su voz me balbuceaba el poder de una tal rosy,
apreté con fuerza la vida
y abrí mi estómago mi hígado mi útero.
Y supe que así debía ser
lo doblé ante mí
y até a sus pies la piedra negra de sus ojos
devolviéndole la locura
como quien devuelve los buenos días
al entrar en un ascensor.
Simple.
Una vez alguien despertó de mi cama
con los ojos hechos piedra negra
se abalanzó a mí
aplastó mis costillas
me estranguló
pero yo, terca mula, por aquello de vivir
me apoyé en los hombros de Dios
fui baile
el silencio Khandroma
del perdón.
A QUIEN PUEDA INTERESAR
Este año no hay quien reciba esta carta, ni mucho menos un hashtag que lo haga presente para convertirse en tendencia. Solo hay un canto de paraulata a medianoche. Que te nombra como etiquetándote en el silencio. Y aunque insistan con el hashtag de quédate en casa yo aún no lo coloco, porque no sé si a ti te pasa, pero postearlo en las redes me sería más fácil si el pedido-online llegara a la puerta y con el limite de mi VISA pudiera al menos pagar una chupeta. En fin, entonces me pongo seria. Permíteme ese estado porque la paraulata aún sigue con su gorjeo y yo desde que comenzó el año decidí enmudecer. Aislé el verbo para viralizar por unos 366 días garabatos con hashtags de los poetas leídos. Y ahora me tocó la espera. ¿Qué espero? El gas, la luz, el agua, la papa y el cafecito. Sí, el cafecito para las madrugadas cuando la ausencia no es solo un personaje mas de las calles, sino también un protagonista principal cerquita del esternón con todo y paraulata. Ya se sabe, y lo resumo para los interesados: que lo ganado hoy, allá afuera. Será el alimento de mañana, acá adentro. ¿Mañana? Sí, aún soñamos con un después. Igual que aquellos desde esa línea divisoria del hashtag en tendencia, y su casa de campo para el retiro, sus emporios, su poder. Y entre cada cifra mortal de las noticias. Nosotros los de abajo y los del medio. Buscamos. Haciéndonos expertos en el oficio de encontrar. Encontrar ese algo que nos llene. Agüita de arroz. Pancito duro para no desmayarnos al salir más de seis veces con un botellón a cuesta para llenarlo de agua porque el Centro de Maracay es hoy un desierto, es hoy una estación de servicio sin servicio, es hoy una intermitencia eléctrica, es hoy una pregunta: ¿cómo me lavo las manos por 20 segundos? Si el agua tarda, no alcanza, no llega. Porque el virus va más allá del temor, de las jaladeras de bolas al guardia, del sudor recorriendo las sienes. Pues la comodidad, con internet de fibra óptica, de 4×4 con tanques full, de Delivery las 24 horas y su agua como fuente. No me alcanzarán. Porque llegué tarde, me dicen. Pero no. Solo estoy antes. A destiempo. Como lo fue contigo, como lo es este canto de paraulata a medianoche.
LOS DIBUJOS DE ASTRID
Astrid Salazar. Escritora y docente venezolana (Maracay, Aragua, 1984). Es profesora de castellano y literatura y magister en orientación sexológica. Terapeuta de parejas. Correctora profesional de estilo. Fundadora y directora encargada de la editorial Dirtsa Cartonera (Maracay). Autora de los poemarios Azules de mi infancia (La Liebre Libre, 2004), El octavo pecado (Fundación Editorial El perro y la rana, 2007), Urbano (Fondo Editorial Sacumg, 2008), Plaquette Astrid-Gloria (Editorial La Espada Rota, 2008) y Paraíso de los insomnes (Ediciones Dirtsa Cartonera, 2014). Cursó estudios de actuación, mención dramaturgia. Ganadora en 2001 del Concurso de Poesía Interliceísta “Rafael Bolívar Coronado” y del Primer Premio en el XI Concurso Literario “Nélida Cisnero”, convocado por la Unidad Educativa Instituto Los Próceres (Maracay). Obtuvo mención honorífica en el Concurso de Literatura Augusto Padrón 2006. En 2008 participó en el XV Encuentro de Mujeres Poetas de Cereté, Colombia. Ha participado en diversos talleres literarios y ha presentado ponencias nacional e internacionalmente.