
¡Oh mi alegría, mi deseo y mi refugio,*
mi compañero, mi amparo en el camino
oh mi objetivo!
Eres el espíritu de mi corazón.
Tú eres mi esperanza,
mi confidente, mi Amigo.
Mi anhelo de Ti es mi única riqueza,
mi ardiente deseo, todo mi sustento.
Si no fuera por Ti, oh vida de mi vida,
no habría vagado de un lado para otro
por la inmensidad del país.
¡Cuántas gracias me han sido reveladas,
cuántos dones y favores tienes Tú para mí!
Tu amor es mi único deseo, Tu amor es mi delicia,
la luz que sacia mi sediento corazón.
No me alejaré de Ti mientras viva,
no hay lugar para mi sino Tú,
que haces florecer el desierto.
Tú eres el único dueño de mi corazón.
Si en mí encuentras contento,
¡oh anhelo de mi corazón!,
desbordaré de alegría.
* De Rabi‘a al-‘Adawiyya: dichos y canciones de una mística sufí (siglo VIII). Edición y traducción de María Tabuyo Ortega.
Rabi‘a al-‘Adawiyya, también conocida como Rabi‘a al-Qaysiyya o Rabi’a al-Basriyya, nació en Basora el año 95/714 o 99/717-718, aunque se especule sobre un posible origen persa, y en esa ciudad pasó la mayor parte de su vida. Según ‘Attar, su nacimiento estuvo rodeado de hechos milagrosos; cuarta hija de una familia muy pobre, su padre la llamó Rabi‘a (que significa «cuarta») y pronto quedó huérfana. Fue vendida como esclava y, siempre según la tradición, su amo la puso en libertad cuando una noche la descubrió en oración y rodeada de luz. Una vez liberada se estableció en el desierto; más tarde marchó a Basora, donde construyó una pequeña cabaña para entregarse a su vida de adoración, y a su alrededor se fue reuniendo un gran número de aspirantes a la vía espiritual, discípulos y compañeros que iban a visitarla para recibir sus enseñanzas, pedirle consejo y escuchar sus palabras.
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