
NOTAS Y DOCUMENTOS PARA MI ABOGADO
El “affaire” por la publicación de Les Fleurs du mal en 1857 comenzó con un artículo del diario Le Figaro del 5 de julio de ese año en el que Gustave Bourdin afirmaba que el libro “es un hospital abierto a todas las demencias del espíritu” y que “nada puede justificar” a Baudelaire por la difusión de “tales monstruosidades”. A partir de allí se lanzó la maquinaria de la censura del Estado.
El 20 de agosto seis de los poemas denunciados fueron condenados, al igual que Baudelaire a una multa de 300 francos, por atentar contra la moral pública y las buenas costumbres. El poeta reaccionó con indignación, pero luego buscó el modo de limitar los daños ocasionados a su obra, enviando una carta a la emperatriz para que interceda. La multa fue reducida a 50 francos pero Les Fleurs du mal quedaron mutiladas.
El siguiente texto son unas notas enviadas por Baudelaire a su abogado, Chaix d’Est-Ange, para preparar la audiencia decisiva ante el juez.
Notas y documentos para mi abogado
El libro debe ser juzgado en su conjunto, y entonces se revela en él una terrible moralidad.
Por ello, no me voy a prestar a esta singular indulgencia que solo incrimina 13 piezas de 100. Esta indulgencia me resulta muy funesta. Era pensando en ese perfecto conjunto de mi libro que le decía al señor juez de instrucción:
“Mi único error ha sido contar con la inteligencia universal y no hacer un prólogo, donde habría planteado mis principios literarios y despejado la pregunta tan importante de la moral” (Ver, a propósito de la moral en las obras del arte, las notables cartas de Honoré de Balzac al señor Hippolyte Castille en el diario la Semaine.)
El libro es, de manera relativa ante la baja general de los precios en librería, de un precio elevado. Ya es una garantía importante. No me dirijo entones a la multitud.
Hay una prescripción para dos de las piezas incriminadas: Lesbos y Le Reniement de saint Pierre, aparecidos hace mucho tiempo y no demandados.
Pero pretendo, en el caso mismo en que se me forzase a reconocer algunos errores, que hay una suerte de prescripción general. Podría hacer una biblioteca de libros modernos no perseguidos, y que no respiran, como el mío, EL HORROR DEL MAL. Desde hace cerca de treinta años, la literatura tiene una libertad que se quiere bruscamente castigar en mí. ¿Es justo?
Existen muchas morales. Existe la moral positiva y práctica a la que todo el mundo debe obedecer. Pero existe la moral de las artes. Esta es completamente diferente, y desde el origen del mundo, las artes lo han probado con claridad.
También existen varios tipos de Libertad. Existe la Libertad para el Genio y existe una libertad muy restringida para los licenciosos.
¿El señor Charles Baudelaire no tendría el derecho de alegar las licencias permitidas a Béranger (obras completas autorizadas)? Tal tema reprochado a Ch. Baudelaire ha sido tratado por Béranger. ¿Cuál prefiere usted, el poeta triste o el poeta alegre e insolente, el horror en el mal o el jugueteo, el remordimiento o la desfachatez?
(No sería sano quizás usar, más allá de lo debido, este argumento.)
Repito que un libro debe ser juzgado en su conjunto. A un blasfemo yo opondría arrebatos hacia el cielo; a una obscenidad, flores platónicas.
Desde el comienzo de la poesía, todos los volúmenes de poesía son hechos de este modo. Pero era imposible hacer de otra manera un libro destinado a representar la AGITACIÓN DEL ESPÍRITU EN EL MAL.
El señor ministro del Interior, furioso de haber leído un elogio halagador de mi libro en le Moniteur, tomó sus precauciones para que este infortunio no se reproduzca.
El señor d’Aurevilly (un escritor absolutamente católico, autoritario y no sospechoso) llevaba al Pays, al cual está vinculado, un artículo sobre las Flores del mal, y se le ha respondido que una reciente instrucción prohibía hablar del señor Ch. Baudelaire en le Pays.
Ahora bien, hace unos días, manifestaba al señor juez de instrucción el temor de que el ruido de la incautación congelase la buena voluntad de las personas que encontrasen algo loable en mi libro. Y el señor juez (Charles Camusat Busserolles) me respondió: Señor, todo el mundo tiene perfectamente el DERECHO de defenderlo en todos los diarios, sin excepción.
Los señores directores de la Revue française no han osado publicar el artículo del señor Charles Asselineau, el más sabio y moderado de los escritores. Estos señores se informaron en el ministerio del interior (!), y este les respondió que correrían riesgo en caso de publicar ese artículo.
De esta manera, ¡abuso de poder y obstáculos presentados a la defensa!
El nuevo régimen napoleónico, tras los ejemplos de la guerra, debe buscar los ejemplos de las letras y las artes.
¿Qué es esta moral puritana, mojigata, burlona, y que no tiende a nada menos que crear conspiradores, incluso en el orden tan tranquilo de los sueños?
Esta moral iría incluso hasta decir: a partir de ahora solo se harán libros reconfortantes y que sirvan para demostrar que el hombre nació bueno y que todos los hombres son felices. — ¡Abominable hipocresía!
(Ver el resumen de mi interrogatorio y la lista de piezas incriminadas).
NOTES ET DOCUMENTS POUR MON AVOCAT
Le livre doit être jugé dans son ensemble, et alors il en ressort une terrible moralité.
Donc, je n’ai pas à me louer de cette singulière indulgence qui n’incrimine que 13 morceaux sur 100. Cette indulgence m’est très funeste ; c’est en pensant à ce parfait ensemble de mon livre, que je disais à M. le juge d’instruction :
« Mon unique tort a été de compter sur l’intelligence universelle et de ne pas faire de préface, où j’aurais posé mes principes littéraires et dégagé la question si importante de la morale. » (Voir, à propos de la morale dans les œuvres d’art, les remarquables lettres d’Honoré de Balzac à M. Hippolyte Castille, dans le journal la Semaine).
Le volume est, relativement à l’abaissement général des prix en librairie, d’un prix élevé. C’est déjà une garantie importante. Je ne m’adresse donc pas à la foule.
Il y a prescription pour deux des morceaux incriminés : Lesbos et le Reniement de saint Pierre, parus depuis longtemps et non poursuivis.
Mais je prétends, au cas même où on me contraindrait de me reconnaître quelques torts, qu’il y a une sorte de prescription générale. Je pourrais faire une bibliothèque de livres modernes non poursuivis, et qui ne respirent pas, comme le mien, L’HORREUR DU MAL. Depuis près de trente ans, la littérature est d’une liberté qu’on veut brusquement punir en moi. Est-ce juste ?
Il y a plusieurs morales. Il y a la morale positive et pratique à laquelle tout le monde doit obéir.
Mais il y a la morale des arts. Celle-ci est tout autre, et, depuis le commencement du monde, les arts l’ont bien prouvé.
Il y a aussi plusieurs sortes de Liberté. Il y a la Liberté pour le Génie et il y a une liberté très restreinte pour les polissons.
M. Charles Baudelaire n’aurait-il pas le droit d’arguer des licences permises de Béranger (œuvres complètes autorisées) ? Tel sujet reproché à M. Ch. Baudelaire a été traité par Béranger ; lequel préférez-vous : le poète triste ou le poète gai et effronté, l’horreur dans le mal ou la folâtrerie, le remords ou l’impudence ?
(Il ne serait peut-être pas sain d’user, contre mesure, de cet argument.)
Je répète qu’un livre doit être jugé dans son ensemble. À un blasphème j’opposerai des élancements vers le ciel, à une obscénité des fleurs platoniques.
Depuis le commencement de la poésie, tous les volumes de poésie sont ainsi faits. Mais il était impossible de faire autrement un livre destiné à représenter l’AGITATION DE L’ESPRIT DANS LE MAL.
M. le ministre de l’intérieur, furieux d’avoir lu un éloge flatteur de mon livre dans le Moniteur, a pris ses précautions pour que cette mésaventure ne se reproduisît pas.
M. d’Aurevilly (un écrivain absolument catholique, autoritaire et non suspect) portait au Pays, auquel il est attaché, un article sur les Fleurs du mal, et il lui a été répondu qu’une consigne récente défendait de parler de M. Charles Baudelaire dans le Pays.
Or, il y a quelques jours, j’exprimais à M. le juge d’instruction la crainte que le bruit de la saisie ne glaçât la bonne volonté des personnes qui trouveraient quelque chose de louable dans mon livre. Et M. le juge (Charles Camusat Busserolles) me répondit : Monsieur, tout le monde a parfaitement le DROIT de vous défendre dans tous les journaux, sans exception.
MM. les directeurs de la Revue française n’ont pas osé publier l’article de M. Charles Asselineau, le plus sage et le plus modéré des écrivains. Ces messieurs se sont renseignés au ministère de l’intérieur (!), et il leur a été répondu qu’il y aurait pour eux danger à publier cet article.
Ainsi, abus de pouvoir et entraves apportées à la défense!
Le nouveau régime napoléonien, après les illustrations de la guerre, doit rechercher les illustrations des lettres et des arts.
Qu’est-ce que c’est que cette morale prude, bégueule, taquine, et qui ne tend à rien moins (sic) qu’à créer des conspirateurs, même dans l’ordre si tranquille des rêveurs ?
Cette morale-là irait jusqu’à dire : Désormais on ne fera que des livres consolants et servant à démontrer que l’homme est né bon et que tous les hommes sont heureux. — Abominable hypocrisie!
(Voir le résumé de mon interrogatoire et la liste des morceaux incriminés.)
Extraído de Charles Baudelaire, Les Fleurs du mal, Édition établie selon un ordre nouveau, présentée et annotée par Yves Florenne, Librarie Générale Française, París, 1995. Traducción Mariano Rolando Andrade.
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