EL JAZZ DEL NUEVO ORDEN O IMPROVISANDO EL FIN | CÉSAR SECO


Nota del autor:
Alguna vez leí en alguna parte que “el jazz era la revuelta de la emoción contra la represión”. Ahora no recuerdo el autor. Sé que el jazz es esto y mucho más, siempre se renueva, incluso es algo solo aprehensible por la música que se precia de serlo, que realmente lo es. Por lo que tratar de llevarlo a palabras no es más que improvisar sobre un ritmo envolvente y disolvente a la vez, un sentir, una interpretación que, al contrario de lo que muchos puedan creer, no incurre porque si en la improvisación, aunque de ella se alimente en el oportuno momento que su libre interpretación lo exige. Me digo, si, no es más que un intento este y puede que no falte quien crea en vano. El jazz es para mí varios músicos tratando de encontrarse (o evadirse) en unas notas, pero no de la realidad, jamás, aún con todo el silencio de fondo. Uno de los grandes músicos de jazz nos dejó dicho que: “El silencio era el más poderoso de los ruidos”. Ahora sé que estos poemas surgieron de una revuelta interior, posiblemente de la emoción contra la represión, pero en sí, no tienen la intención de abonar más ruido al ruido, sino, tal vez, hacer hablar al silencio.


JAZZ DEL DESASTRE

Esquila el trombón el speculum
de los falsos profetas videotizado
en las redes. Enseguida las teclas
de la tuba pulsadas transaccionan
a velocidad magnetofónica digitalizada
el erario publico los políticos piratas.
La batería revienta el oído de los sordos
al golpeteo en platos sonantes por
palillos de protesta y disturbio.
El runruneo del contrabajo en el sobado
de las cuerdas sostienen secretos
de estado, delincuencia de corbata y chapa policial.
Los tambores entrando apartan con manos
sueltas instrumentos que hablando ahora
ya van y vuelven
al temple de los cueros.
Hay lugar para guitarra y bajo
conversar un dos que electrifique
el manjar incompartible de los pudientes
y forjen el seguido tono de lo mismo
o acompasen el imprevisto cambio.
El rítmico continuum vibrum aceleratus.
Un poeta al performance
acude y lee al público paginas sueltas
arrojando bebido el libro más fastidioso
de la Historia: El Capital. Otro desayuna
llevando al budare un 1/5 del contenido
de El origen de las especies. No es de
dudar que La crítica de la razón pura
le sirva para ir a la poceta cuando
el sistema digestivo lo reclame. Y si
agua hay Cien años de soledad le sirva
de jabón para rodar. Otro dice ,
que cuando La Biblia se volvió libro
de recibidor abierto en el Salmo 91
fue que blasfemamos más de lo acontecido.
El Hacedor resulta que todo
en un instante disuelve en su mirar.
Vuelve el saxo a filtrar el silencio
de una suave nota
para decir que ya terminó.


JAZZ DE LA UTOPÍA

La guitarra vino sin cuerdas
y si las trajo fueron ligas y no solución.
El equipo que lleva la sección
de micrófonos para los coros
no encaja la inyección adecuada
al programador. Tú, público, dirás si
valió la apuesta, el voto de confianza,
las ganas únicas que pintaba la banda.
Siempre se quiere tocar lo que esperas,
pero detrás debe haber un programa.
Al final solo tú sabes si habrá pieza
de repetición o se impone el contrato
o el compromiso; de veras, nada sale como
se habría de suponer iba a salir.
Lo demás es música de fondo.
Unas pocas notas de improviso para
cubrir el error con el embeleso
tras la descarga de la melodía.
Hay una tarima y puede seguir siendo
tarima en donde unos cuantos creen
llevar del rabo las palmas, brincos, saltos
o los silencios que el silencio reserva
para sí mismo y un solo instrumento
queda para el hundimiento conjunto
de público y banda; así. Apagado.
El director de sonido es solo un nombre
conforme al crédito de los restantes
al final del concierto.


JAZZ DEL NUEVO ORDEN

Tu tarjeta de crédito no tiene soporte
y al número que estás llamado
“no puede ser localizado”.
Delivery es una palabra untada
en la lengua de tu habla personal
y Cel se le dice a una cuenta bancaria:
bombillo encendido de inmediato
cuando después de varias horas vuelve
la luz. Es algo así como una afinación
de mentira y sabes que debe ser
de verdad. No han llegado los otros.
Solo tú y tu sonaja, hablando adentro.
Aunque insistas te sigue evadiendo
la letra aun ajustada a su exigencia.
Como siempre debes cantar lo que está
en el papel. Tu aporte vocal déjalo
en la cartera, ve, las líneas claves,
las reiterativas, son réplica del número
de tu celular. Puedes comenzar con
traer hacia ti los audífonos, mirar a la
dirección solo dispuesta por tu tono.
Aquí no requieres reflector. Aunque
en tu pupila se pose la brizna de brillo
infantil que iluminaba a Billy Holliday
no es ella en Lover man. Los músicos saben
que una vez quisiste ser
y vestirte como Amy Winehouse, pero
al polvo no fuiste ni a la inyección para
llenar tu tarro sino a las aceleratum comprum
con la ganancia de la placa anterior.
Ahora eres solo una blusa
y unos jeans buscando a quien vestir.
Ve al fondo y ora.
Los músicos están llegando y no hay
diferencia entre sus voces y el silencio
que duerme afuera.
Puedes comenzar por salir como Job
y alrededor hablaras con la desnudez
del día y esperes, esperes, por su voz.


JAZZ DEL VIRUS

al profeta Ronny Chávez

Imposible tocar de improviso
esta pieza a quien autoría buscamos
atribuir sin hallarlo con certeza.
Repartidas están las notas tal mazo
desplegado en mesa de ninguna culpa
y toda acusación.
La música a ciencia cierta ciencia es.
Solo sé que debo retomar oración
en el absorto teclado de un piano
que invisibiliza mis manos en el tono
único de saber que el hombre su mal acarrea.
No es cualquier vacilón esta pieza.
O creemos completo o no creemos.
No podemos hacerlo a medias.
Se sabe, es servir a un reino y a otro
a un mismo tempus. El cielo Infecto
fue azul. Así se envenena al bajo antes
de pasar por encima de la guitarra.
El contrabajo perfora el acompasado
de un triste clarinete en la vuelta que va
a la silenciada batería de la emoción
de las calles.
Ahora presto estoy para que la trompeta
traiga revelación, sea sonante, sea
muda en mi cabeza: susurro al oído
de lo que viene por encima de la sombra.
Habré limpiado los instrumentos
de metal. Habré afinado toda cuerda
según su grosor. Habré como se dice
“aceitado” o templado los cueros.
Habré dispuesto mi escenario interior
sin que prevalezca el aplauso sobre
el corazón. Podre escuchar lo que
sepulta al ruido y veré de nuevo
las nubes pasar. No lo sé, en verdad no lo se.
Si, que estaré de pie seguramente
escobilla en mano al cuido de Dios


JAZZ DEL ARMAGEDÓN

Los días por venir llegaron
acompañados de un sordo ruido.
Protesta que fue rociada con gas lacrimógeno
tras barrotes oxidados.
o simplemente un tiro fue suficiente
desde un auto en marcha.
Si fueron arrojados al rio fue porque la tierra
suele vomitar los cadáveres
de discurso y papel, toda amenaza
ha pasado a hecho programado
en nombre de Orden y Ley.
Ya no es la bomba guardada en estaciones
bocabajo de la superficie para negociar
por intereses en Wall Strett
o hacerse con la Bolsa misma.
Unos cowboys, otros no más que de la hoz
y otros la enmudecida suma de estrellas
de Oriente. Igualados respiran
el mismo podrido aire que nosotros.
Hora de la séptima trompeta.
No deja de sonar llevando noticias de punta a punta
del globo espichada pelota de hule.
En tanto, las otras seis, lo que iba a ocurrir
ya habían anunciado en la voz del trueno.
-La vibra espeluzna. Desenfundado, el mal rumorea,
ronco en el contrabajo
suelta notas del pentagrama cotidiano:
la sombra infectada de millones aferrándose
a un rostro que se cubre la boca.
Su continuidad melodiosa describe lo que ya no se oculta
tras el ojo de cámara y mentira con sed
de micrófono. Ahí las teclas del piano viniendo.
Pavor y asombro a solas bailando una muda pieza.
en el cuarto oscuro de confusión.
El pespunteo consensuado de las potencias,
el engaño a razón de los dígitos, numerales
corriendo de ida y vuelta en las pantallas
de afinados reclamos y miserables sanciones.
Suena.Suena.Suena.Suena.
El eco de una intensidad rítmica (según la TV)
de tsunamis, terremotos y tormentas
al ciento por uno en la agonizante geografía
de todo y nada. El acorde acordado
da entrada al bajo entre el acordeón:
el mutilado que se pasea a las afueras del mall
sonriendo como puede a la limosna,
el loco de plaza, dueño único de su locura,
uno de los arboles inmóviles que le circundan
sentenciados a tala, a la mira queda de estatuas
por derribar; o el niño que se lleva
lo largo de la carretera a pie
por un tobo de agua; o la anciana que deja sus ojos
en el plato vacío donde Pan ha sido hurtado.
De metáfora fluida el saxo ha devenido
en monotonía, disparo sordo @quemarropa:
noticiero que reitera los titulares a lo largo
del día y en el hundimiento de noche.
Cantante de traje impoluto con el papel del ahogo
en las manos del afán de la mejor pose.
Es el golpe consecutivo de un Sísifo que puja y puja
no viendo la piedra que habla por la batería.
Sobra quien la desmorone en su hombro.
Martillo tras el telón de acontecer
porque primero estaba el oro. La plaga
que pudo ver Juan y que había que darle otra nominación.
El hombre intentando desmentir al que lo creo.
Había que nombre dar a lo que inaugurase,
muerte sobre muerte, el pretendido orden, ahora mismo.
¿Inocularlo en un vampiro de caverna, o darlo
al aire y que la brisa hiciera el resto de música
o untarlo por todos lados en un baile que no ves?
La canción enmudece. La noche puedes mirar creciendo
al fondo de la taza:
<Números de cada uno y cada cual en un chit accesible>.
<Cantico anhelado en el ritmo detenido de ya>.
<La nieve de Los Alpes diluida en sedante vino
sin espacio para otro mar>. ¿Nadie ve el tajo de cielo?
Todo ha sido tendido en cobertor de ganancia.
Negaron al que todo lo puede para valor
dar al verde tinto papel moneda ($).
¿De dónde pues la microscópica partícula/
con forma de pulpo letal? ¿De dónde?
Nos permitimos preguntarnos con la mascarilla sujeta.
Lamento. Voz del disco inoculado en la vía.
Valles y serranías entrando a las ciudades,
vueltos terrón, islas que se sacian de nada.
¡Quien hizo el veneno querrá
liberarnos a un precio mayor!.
Las aguas a sí mismas se beberán
y el polvo de la ardentía vendrá con su vuelta.
Él, que tipeaba estas cosas en el firmamento,
vendrá con el reportaje final en tiza mojada.
El elevamiento de lo que queda con los firmes.
Sin música, ni acto que los distrajera, hoy.

 


CESAR SECO (Coro, Venezuela, 1959). Poeta, ensayista, artista, bibliotecario. Presidio la Casa de la Poesía “Rafael Jose Álvarez” y la Revista OIKOS. Toda su obra poética fue reunida en Lámpara y silencio (Monte Avila Editores, Coleccion Altazor, 2006). Sus más recientes libros publicadas son: La playa de los ciegos (2014) y Retratos de la sala (2018), ambos por Imaginaria Ediciones. Ha representado a Venezuela en diversos festivales y eventos internacionales, según la crítica especializada es uno de los poetas vivos más importantes de Venezuela.


 

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