
Esta selección de textos pertenece a una obra lúcida y crítica que, desde la comedia más depurada, nos introduce en la herida de todo un continente. Crónicas de Acirema (América leída al revés), es una radiografía que con ingenio y amor, nos lleva al corazón desgarrado en un intento por exorcizar la desesperanza.
AM—I
PARA COMPRENDER A ACIREMA es necesario saber que sus territorios autónomos y se rigen como tales. Las leyes, por ejemplo, varían notablemente de una región a otra: mientras en Yauguru se permiten los duelos, en Zalta cualquiera puede ir a dar de por vida a la cárcel por herir en defensa propia; en Ocixem es común matar a la esposa infiel, pero en Tinargen el cornudo se conforma con que le ayuden a la manutención de la adúltera; en Bhida duermen con un rosario en el trasero y en Abuc dan una oveja por cada oreja de sacerdote recién arrancada. Por ello, son pocos los viajeros que han podido recorrer el país y vivido para contarlo. Sir Andrew Goldsmith, refiere que logró atravesar la nación, de este a oeste, fingiéndose mudo y loco, no obstante lo cual recibió muchas palizas y perdió un testículo por haber interpretado mal ciertas ofertas en un burdel.
II—ZS
LOS ÓRGANOS MÁS DESARROLLADOS en los aciremenses son los codos. Tener un buen par de codos y saberlos utilizar es sinónimo de éxito, sobre todo en los terrenos de la política y de la economía. Algunos teóricos de nuevo cuño, hablan de las extremidades inferiores en función de la zancadilla. Pero la ventaja de los codos sigue siendo incuestionable.
El proletariado sólo conoce la utilidad de los codos en las puertas de los estadios y cuando reparten algo gratis.
La frase: “Romperse el codo”, lejos de tener algún sentido oculto significa simplemente fracturárselo.
WQ—IV
PESE A LA ENORME EXTENSIÓN de sus territorios y a sus millones de habitantes, la vida en Acirema gira en torno a su ciudad capital y a quienes en ella viven. Desde los nombres que han de llevar los recién nacidos, hasta los ciclos de las cosechas en las zonas más apartadas, todo se decide en la metrópoli. Los habitantes de la capital son de un color azul verdoso y de nalgas prominentes, no se sabe si debido al aire enardecido que respiran o a los alimentos enlatados que consumen. Lo cierto es que sus costumbres son bastante extrañas y como las leyes se promulgan pensando en ellos, el resto del país tiene que cumplirlas aunque resulten contraproducentes. Nada de raro tiene, por ejemplo, que el gobierno distribuya botes salvavidas en toda la nación porque se obstruyeron todas las cloacas de la capital, o se cierren las escuelas de costa a costa por una epidemia de sarampión en la metrópoli. Los gigantescos purificadores de aire que pueden verse aún en los villorrios más sanos de Acirema no son sino la respuesta de la administración central a las quejas de los capitalinos contra la contaminación ambiental. Las mujeres, tontuelas como siempre, siguen al pie de la letra las modas de la gran ciudad I aunque cojan la pulmonía o las mate un sofocón veraniego. Desde la misma cabecera del país, arrellanados en sus poltronas, los burócratas claman contra el centralismo asfixiante y piden el retorno a la provincia. Pero todo sigue igual. Mientras tanto los interioranos de las clases más bajas sueñan con emigrar algún día a la ciudad, para lo cual, desde el primer cuarto menguante del año comienzan a teñirse artificialmente de azul verdosos y a rellenar sus traseros con periódicos viejos.
NS—VI
PARA EVITAR LOS SÍNDROMES DE ANGUSTIA y frustración que el saber y el reflexionar producen en el ser humano, los habitantes de Acirema practican la sana costumbre de la ignorancia o el olvido. Por ello, cada cual se ocupa de sus intereses más inmediatos, sin meterse en honduras ni afanarse por adquirir otros conocimientos. Cuando más, prestan una desdeñosa atención a la política, los deportes o las modas. Esta manera de ser la aprendieron de la observación directa de los animales, especialmente del cerdo. Hay claro está, quienes violan la costumbre. A ésos los llaman poetas o filósofos. Entre ellos existe la más alta tasa de enfermedades estomacales, neurosis y suicidios.
UZ—XII
ANTE EL ALEGATO DE LOS mineros de que sus hijos se consumen y enceguecen en los socavones de las minas a temprana edad, el gobierno ha decretado esta mañana que esos niños cumplan un año cada tres meses.
BR—XIV
SABEDORES DE QUE LA GLORIA y la riqueza otorgadas prematuramente malogran la vida y la obra de los grandes hombres los aciremenses son parcos en conceder tales dones. Esto se aplica con mayor celo a artistas y pensadores, pues también está comprobado que el hambre y la necesidad predisponen el alma y la mente para el trabajo creador. Por eso se procura que literatos, músicos y pintores vivan y mueran en la mayor indigencia, pues ello significa abundante cosecha espiritual para la patria. La regla tiene sus excepciones y de vez en cuando se reconocen en vida los méritos de algún artista. Pero los descontentos dicen que en tales casos se trata de elementos mediocres, afectos a las clases dominantes y políticamente castrados.
AP—XVI
EN ACIREMA LAS APARICIONES de seres extraterrestres y otros fenómenos inusuales coinciden siempre con graves crisis internas de orden político y económico. Voceros oficiales sostienen que tales fenómenos son los que trastornan la vida nacional, mientras la oposición asegura que todo no son sino patrañas para desviar la atención de los ciudadanos de asuntos más importantes. Entre las mujeres son muchas las que dicen haber sido preñadas por hombrecitos verdes que sólo las rozaron con sus antenas. Los hombres, por su parte, aprovechan la coyuntura para justificar sus escapadas hogareñas o para adquirir notoriedad. Hace algún tiempo un extraterrestre estuvo viviendo entre los campesinos de un pueblo perdido en la sierra. Pero se desintegró cuando terminó la cosecha de berenjenas azules que eran su único alimento.
SQ—XVIII
EN UNA DE LAS PAREDES exteriores del Parlamento de Acirema puede leerse esta inscripción trazada con toscas letras:
“Nuestros políticos son unos tramposos, embusteros, demagogos y vende patrias”.
Y más abajo:
“Pero tienen una ventaja sobre los del resto del mundo: Que son también unos hijos de puta”.
Muchos han sido apaleados por esto y la inscripción borrada. Pero los caracteres reaparecen al poco tiempo en el mismo lugar, sin que hasta la fecha se haya podido descifrar el misterio.
MU—XXII
EN ACIREMA cuando un ciudadano acude en busca de colocación es sometido al siguiente interrogatorio:
¿Escribe usted a máquina?
—No.
¿Sabe leer?
—No.
¿Conoce otro idioma además del propio?
—No.
¿Sabe barrer?
—No.
¿Ha viajado por el extranjero?
—No.
¿Maneja bien los patines?
—No.
Entonces—dicen—, vamos a nombrarlo profesor.
Algunos de los que van en busca de trabajo tocan el timbre de la puerta tan bien que inmediatamente son contratados como profesores del conservatorio. A otros les arrancan un diente por cada tormenta habida desde el último invierno. Todo depende de la suerte de cada quien y del humor del jurado.
MO—XXXVI
EN ACIREMA LOS FALSIFICADORES de papel moneda gozan secretamente de la admiración del pueblo. Quizás el hecho de burlarse (armados únicamente de su astucia y unos cuantos utensilios caseros), de los poderosos y sofisticados laboratorios del Estado, sea lo que les granjea tal popularidad.
Algunas reproducciones son tan perfectas que sustituyen ventajosamente a la moneda oficial por su calidad y rendimiento, sobre todo entre las clases desposeídas. — ¡Han atropellado a un artista! — Dice la gente cuando un falsificador es llevado a prisión. Los contrabandistas también disfrutaron del favor del público. Pero éste disminuyó a medida que el contrabando perdía su carácter romántico y al comprobarse que secciones enteras del gobierno estaban involucradas en él.
YY—XLIV
CUANDO EN CUALQUIER LUGAR del mundo se produce alguna catástrofe, de inmediato la presencia de Acirema se hace sentir con toda clase de auxilios y hasta con voluntarios que contribuyen a la reconstrucción del país afectado. Esta solidaridad le ha ganado a la patria justa fama y no son pocos los homenajes que la sociedad de naciones le ha rendido por ello. Dichos reconocimientos son recibidos con gran alegría por los aciremenses y todos, aún los miserables que habitan los más insalubres tugurios de las ciudades y los hambrientos campesinos de las tierras yermas, participan alborozados del regocijo nacional.
PM—XLVI
—56 4940.00421, 427 32 9293851.
—68736?
—498!
92 8374 67 890. 11043623 74926.
“¡76 295 54—7352 987—093 23 9876!”
543 6789; (5298 345), 6897432.
—25 98765 473…34 7986.
—¡¡72!! ¡¡72!!.1
1EL ANTERIOR ES el último párrafo del tercer capítulo de la obra 4832511 (¿Novela? ¿Poesía? ¿Drama?), de Ignes Dolvar. Algunos filólogos hablan de un nuevo idioma, mientras la mayoría de sus contemporáneos sostiene que se trata de una clave matemática ideada por el pensador para crear bajo condiciones extremadamente adversas. Noten los iniciados cómo en 11043623 74 926, el gerundio no se compadece con las normas comunes de la gramática. Desgraciadamente las claves dejadas por Dolvar para su traducción se perdieron en un incendio.
ANTONIO MORA nació en Pregonero, Táchira, Venezuela en 1947. Chácaro de pura cepa, ejerció, por más de treinta años, como bibliotecario, labor que alternó con el cultivo de las letras en las facetas de narrador, poeta y promotor de lectura. Con simpatía y un agudísimo sentido del humor es capaz de meterse a los bolsillos a un auditorio completo con sus artes de encantador de serpientes. En 1980, aparece la primera edición de Crónicas de Acirema (Ediciones de la Red de Bibliotecas Públicas del estado Táchira, San Cristóbal). Luego, la BAT (Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses), incluye estos textos en la publicación de las obras completas, Tres Zarandejadas (1997). Otras obras suyas figuran en los libros: La mosca (1981), Desando y nadie ve mi fiereza (1983), Geografía poética del estado Táchira (1989), El color sepia (1990). En la colección de Zaranda, memoria anual del taller literario del mismo nombre donde Antonio fue miembro fundador, figuran un total de 72 obras diversas del autor (1979—1994). Ha obtenido numerosos premios y reconocimientos, tanto por su obra, como por su labor incansable en la gestión cultural.