
Lalo:
Cuando no puedas quitarte una escena de la cabeza, quítasela al
mundo. No intentes recordar sino tener a mano el instrumento para
descomponer el guion. Mañana debemos filmar una escena donde
jugamos al piedra, papel o tijera para ver quién conduce a San Felipe.
Hazme el pinche favor. Ya estuvo ¿no? ¿Cómo ves si nos amotinamos?
Álvaro (Jugando Zelda en el Switch de Lalo):
Sí, yo creo que todo debe ser más natural.
Las mejores escenas han sido
las que realmente captan lo que somos,
sin poses ni delirios forzados.
Como el otro día que no dejaba de hablar de Elon Musk mientras gritabas
que el paisaje de piedras rojas
no difería mucho de Marte, y después otro
tema y otro y otro a la vez,
para terminar hablando de Kurismäki.
Conducimos por la arena leyendo
textos de Ortuño con el altavoz.
Hago sonar la sirena. Siento ansiedad,
un poco de hambre.
Bajamos de la Cheyenne y Lalo corre
haciendo surcos.
No, no alcanzamos a captar lo que murmura;
de seguro cómo destruir la identidad de un
guion bastante simple.
Le marco a Krusty y digo que un puma
acecha en medio de la nada y pregunta si tomé
Clonazepam. Risas a lo lejos.
El radio se interpone: Lalo, Álvaro
¿se escucha? Suban al montículo dorado,
faltan tomas amplias con el dron, y otra
mientras vuelven discutiendo por ver quién
maneja de regreso.
Krusty… ¡Joder, así le dices a tu madre!
Me grita Frodo al otro lado de las dunas.
Una escena que muestre
cómo hacerle el amor
a un cactus sin morir
desangrado.
En la escena de mi pesadilla Frodo tarda hora y media en encontrar un
perfecto claroscuro.
Me acuesto para soñar con mi doble fingiendo espasmos y tics oculares.
Me pongo de pie, camino hacia el espejo. Mi reflejo, en ralentí, muerde un
plátano y hace gestos de Jack Torrance viendo dormir al otro Álvaro.
¡Corte! Buena escena. Oye, me dijiste que pensara en cosas retorcidas
¿no? Pues me vino un recuerdo de la adolescencia para usar en la segunda
pesadilla.
Era de madrugada. Fue hace muchísimos años. Imagínate, estaba en secundaria.
Apagué la tele. Fui por agua a la cocina y al pasar por el cuarto de mis padres
escuché dos voces desconocidas. Una decía: Por favor, hija, afloja tus manos.
La otra respondió: Nunca, te voy a asfixiar como tú lo hiciste con mi gato.
a Daniel Bencomo
Esnorqueleo con lobos
marinos en Isla Espíritu Santo
y en el eco de sus rugidos
escucho Atmosphere
de Joy Division.
Si te gustaron estos poemas de Alvaro no te pierdas su entrevista en el noticiero de poesía
Álvaro Luquín, Guadalajara Jalisco México. Estudió Filosofía y Artes Audiovisuales. Ha publicado, entre otros, los libros Praderas Silenciosas (La Zonámbula), Grandes Distancias (Filodecaballos), Musulmán (Manosanta Editores), Hubo Fiestas (Cinosargo), Paraíso Pixel (Bonobos). Ha sido Becario del FONCA y del PECDA Jalisco. Primer Lugar de la Bienal de Poesía Hugo Gutiérrez Vega 2014. Su trabajo aparece en varios medios digitales e impresos, y puede ser descargado de: poesiamexa.wordpress.com/alvaroluquin.