
Es mentira que somos nada.
Ya quisiera la nada crear
una obra de Bach,
o imaginar el Quijote
o hacer el amor en una cama
o en las orillas de un mar cualquiera.
Ya quisiera la nada
ir a la plaza a disimular
que se está sólo
o a luchar por los derechos
de todos.
Ya quisiera la nada
haber operado a mi padre
y haberle sacado su cáncer.
Ya quisiera la nada llorar como lloré
el día que tuve que despedirte.
Ya quisiera la nada esperar con tanto amor
y desesperar con tanto miedo.
Es mentira que somos nada.
Ya lloraría la nada
por haber causado tantas guerras
y tanto dolor a los demás
y a nosotros mismos.
Es mentira que somos nada
y lo sabemos,
por eso las cosas nos emocionan
o nos duelen
y volvemos a intentar el amor.
El color azul se cayó y se lastimó la rodilla,
así nació el color rojo;
un anciano pasó y le dio al color azul
una palabra blanca.
Toma, aquí tienes silencio y tiempo
color azul -le dijo el anciano- y se fue.
Esto me lo contó mi abuelo
que escapó de una guerra
que se robó todos los colores.
Dice mi mamá que
cuando él conoció a mi abuela,
ella le hizo olvidar las bombas
que son de color gris.
-Yo le pregunté- ¿Esto es verdad mamá?
_ Sí, si no me creés fijate que cuando se abrazan
al abuelo se le llenan los ojos de colores.
Qué alegría inmensa siento de mí
que a pesar de haber sido el hijo de todas las tristezas
creo todavía que si corto un trozo de pan
alguien me dirá: ‘Tengo hambre hermano mío’
y yo sabiendo que no le conozco
le daré su pan junto a estas palabras:
‘dijo mamá que comas y que te quiere tanto’.
Inventaremos una madre, sí,
y algunas buenas noticias o
algún recuerdo gracioso de la infancia
porque no se debe comer angustiado.
Es que yo comí angustiado tantas veces
y no se come bien, así.
La noche será la misma que la de ayer,
tal vez un poco menos fría
o más llena de madre.
SALTO
¿Y si dejás descansar a tu cuerpo de tanta verdad?
Decí el primer verbo que venga a tu boca
y saltá desnuda,
hablemos de todas las veces que quisiste tocar algo
y lo tocaste.
También fuiste eso.
Porque ¿a qué obedece tanta tristeza
tanta culpa, tanta deuda
tanta espera, tanto salvar qué cosa?
Decí el primer verbo que venga a tu boca
y llorá por haberlo encontrado.
Si volvieran a pasar todas mis noches
sobre el cielo
como una procesión de mujeres olvidadas,
yo no sería más sabio
ni más bueno.
Pero es verdad que a veces uno revuelve
para saber,
y encuentra, dentro del corazón
un juguete olvidado
volviéndose anciano.
Decí el primer verbo que venga a tu boca
tocalo con tu vida
y saltá hacia aquello que te importe.
Claudio Omar D’Amico: Nació en La Plata, Argentina en 1967. Se recibió de profesor de guitarra a los 15 años en el conservatorio “Ars Nova”; en los últimos años se perfeccionó con Néstor Gómez.
Cursó la carrera de Letras en la Universidad Nacional de La Plata. Publicó en 2006 el cuento “La noche fría del alma” con prólogo de Hugo Mujica; en el año 2008 publicó su libro de poemas “Todas las lunas del mundo”
En el 2008 también presentó su C.D. “Carpe Diem”.
En el año 2010 compuso la música de la obra “Tiene la revolución una mirada…” dirigida por Jorge Caballero y colaboró en los textos originales de dicha obra.
En el año 2011 presentó su tercer libro de narrativa breve “Las veintitrés ventanas”.
En el año 2014, 2016 y 2018 publicó sus poemarios “Haciéndome voz”, “Para que así el amor” y “Lo que queda del miedo” respectivamente.
En el año 2019 ganó el primer premio del XVII Concurso Internacional Hespérides de poesía.
Además ejerce la docencia de música popular y clásica y coordina talleres de poesía sobre la estética de Neruda, Pessoa, Vallejo y surrealismo (presenciales o por zoom).
La poesía de Claudio trenza lo sensible, la observación sencilla y lo inefable, en ella el lector puede tomar asiento para hallarse en cada imagen como quien en una humana complicidad advierte su propia vida en la existencia de otros.