EXTINCIONES | GISELA HEFFES


Extinciones*

Me da pena pensar en lo que queda.
Lo que queda del verano.
Lo que queda del mundo.
Pienso mucho en lo que queda y en lo que no está.
Pienso en las ballenas.
En si existirán en el futuro.
Pienso en los niños que crecerán estudiando un mundo virtual.
Niños que conocerán los glaciares en las imágenes de internet.
Y aprenderán que los osos polares hurgaban en la basura.
Y que los salmones confundidos flotaban en corrientes desatinadas.
Sabrán de las algas blancas.
Y del mercurio que yace en el fondo del océano.
Junto a toneladas de deshechos.
Niños que habitarán un mundo diferente.
Una tierra vaciada.
Pero el verano.
El verano es diferente.
Es un momento de pausa.
Ir a la playa o a la montaña.
Llevar a los niños.
Armar castillos de arena.
Y de regreso, el cansancio.
Dormirse, uno sobre el otro.
Los cachetes rosados de sol.
Ese sol que queremos pensar benevolente.
Porque nos trae recuerdos de la infancia.
Y sin embargo.

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Otras Extinciones

Pienso en mi papá.
En su voz, que a veces escucho dormida.
Me habla entre sueños, me llama.
Lo veo sonriendo.
Me da la mano.
Ahora tengo cinco o seis años.
Caminamos por el Rosedal.
La avenida Libertador llena de autos.
Las piedritas rojizas en el suelo.
Su mano es grande, la mía es chiquita.
Hay una fotografía.
Tiene un corte de pelo muy años setenta.
Y pantalones amplios.
Una camisa con un cuello ancho, como si fueran dos alas de avión, a punto de despegar.
Es una camisa colorida, naranja y verde, y círculos violáceos que se enroscan como una ola  
psicodélica.
¿Qué quedó de mi papá?
¿Qué queda de nosotros cuando nos vamos?
Nos extinguimos, o nos extinguen.
Pienso en los objetos.
En lo que acumulamos.
Los objetos que mi papá coleccionaba fueron casi todos descartados.
Donados.
Algunos, los preservamos.
Mi hermano y yo.
Lo demás, quedó desperdigado en el espacio, en un paisaje que ya no conocemos.
Un sitio habitado por personas que nos son ajenas.
Una esfera incalculable que no vemos, ni tocamos.
Un más allá que nos conecta a través de la materia: una bufanda o gorra, un llavero, un par de              anteojos.
Los objetos pierden gravedad.
Se disuelven.
Como los cuerpos.
Queda la memoria.
Los recuerdos.
Las imágenes, imitaciones de fotografías.
Y otras reproducciones mentales.
Instantáneas que regresan y se van, se pasean entre los días y las noches.
Los sueños y la vigilia.
El presente, el pasado.
El futuro.

 

* Adelanto de dos poemas de El cero móvil de su boca, de Gisela Heffes. El poemario se encuentra en preparación y saldrá con Katakana Editores en una edición bilingüe. La traducción al inglés es de Grady C. Wray, y el libro está programado para salir en septiembre de 2020.


Gisela Heffes es escritora y profesora de literatura latinoamericana en la universidad de Rice (Houston). Con Jennifer French acaba de concluir The Latin American Eco-Cultural Reader, una antología extensa de textos culturales y literarios sobre el mundo natural en América Latina (2020), y junto a Carolyn Fornoff, el volumen Pushing Past the Human in Latin American Cinema (2021), el que intenta crear un diálogo entre el cine latinoamericano y las recientes teorías de poshumanismo y ecocrítica. Sophie La Belle (edición bilingüe con imágenes de la autora, 2016) y Cocodrilos en la noche (2020) son sus ficciones más recientes.

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