TATUAJES CRIMINALES RUSOS | FEDOSY SANTAELLA


TATUAJES CRIMINALES RUSOS


Korenoi
Obitatel
Tyurmi
(KOT)

Mi madre fue una mujer de huesos de elefante
que nos negaba el horizonte con su ancho cuerpo
y su inclemencia.

Mi madre era un bosque muerto.

Pero con el gato ella era diferente.

Mi madre tenía este gato
(decir que lo tenía es un decir),
y sólo a él daba ternura.

Había miedo en casa. El hambre nos encerraba
en la esquina de las delaciones. Pero el gato iba y venía,
andaba por su cuenta y nos miraba con desprecio.

A madre también la ignoraba, se iba a buscar amor
y regresaba herido, el ojo arañado, la oreja tronchada
luego de quién sabe cuántas gatas asesinas.

Con ahíta benevolencia,
se dejaba recibir por madre,
y ella le daba amor en aquella cárcel
de cuerpos tapiados por dentro.

Presenciar el cambio de madre, mirar cómo florecía,
comprobar cuánto afecto nos negaba,
era triste y ardoroso,

era tatuaje.

El tiempo me puso también sobre los tejados.
Me arrojó a las ventanas. Me hizo dueño
de las trancas, de los candados.

Pero nunca, madre, pude robarte.

Nunca pude
robar tu corazón.


MARIPOSA

Soy de la casta
de los que sienten el tiempo
como una crecida de río
que arde en la piel
y en la vida.

Soy de los que no pueden
estarse en ningún lugar.

De los que se van más temprano que tarde,
de los que saben que se irán
más temprano que tarde.

Soy un temblor,
un temblor suspendido
sobre el agua quieta de la luz,

un asombro que aletea
hacia la ventana

y deja atrás el encierro.


ALEXEI MOROZOV

recluso de la colonia de trabajo forzado de Omsk, Siberia, portaba en su pecho una frase de Pessoa acompañada de su rostro aguileño oculto entre los característicos anteojos huidizos, el bigote timorato y el sombrero de ala ancha. Solía decir que los poetas alcanzaban con su escritura algún lugar oscuro que correspondía al mismo lugar oscuro de todos y cada uno de los hombres. Solía decir que debíamos agradecerles sus palabras de horizonte, de luz, de ajuste de brillos. No sabemos si sólo había leído a Pessoa. O sólo un libro, o sólo esa frase. Tampoco podría asegurarse que hubiera comenzado a vivir en paz con él mismo después de tatuársela. Ha de decirse, sin embargo, que sus sueños dejaron de atormentarlo, que no volvió a temerle al vértigo de sus vuelos sobre el mar (él, que nunca conoció el mar) y a las caídas sin fondo desde altísimas cúpulas. Se dice que, mientras agonizaba por causa de la fiebre hemorrágica, repetía la frase, la plegaria, una y otra vez, al tiempo que acariciaba, en su pecho, el rostro del poeta.

«He sentido en sueños mi propia libertad».
Esa era la frase.


PÁJAROS, SOL, HORIZONTE DE MAR

Quien lo ha visto lo sabe,
quien nació cerca, lo sabrá siempre:
el mar tiene la profundidad de la inocencia.

No sé si creo en Dios
pero sí en el mar.

Imposible no creer en el mar.


Libro editado por Oscar Todtmann editores, Caracas, 2018


Fedosy Santaella (Venezuela, Puerto Cabello, 1970). Ha publicado con editoriales como Alfaguara y Ediciones B. Sus dos novelas más recientes, Los nombres y El dedo de David Lynch, fueron editados por Pre-Textos (España). En 2009 fue becario del programa internacional de escritura de la Universidad de Iowa. En 2010 quedó entre los diez finalistas del Premio Cosecha Eñe de España. En 2013 ganó el concurso de cuentos de El Nacional (Venezuela). Ese mismo año estuvo entre los nueve finalistas del premio de novela Herralde. En 2016 se hizo acreedor del premio internacional Novela Corta Ciudad de Barbastro. En 2018 publicó el libro de poemas Tatuaje criminales rusos (Oscar Todtmann Editores). Algunos de sus textos han sido traducidos al chino, al esloveno, al japonés, al ruso y al inglés.

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