

¡HIJA DE EVA!, ¡TRANSGRESORA!
¿Porqué la reacción de contrariedad y crítica a “La cazadora de los Andes”, de Gutiérrez?
Se derivó de esta pintura que la modelo invita a llevar una vida licenciosa y promiscua, reposa en medio de la naturaleza, sin temor al acecho masculino.
A mediados del siglo XIX, la literatura científica que habla de los comportamientos femeninos en México, describe casos que se tornan amorales y las relaciones se desvían del orden social, hay depravación y lujuria.
La figura humana pintada por Gutiérrez en escorzo, no sugiere a una dama, sino, a una cazadora. Probablemente, su principal víctima sea el hombre.
Parece que la mujer liberal amenaza al hombre, ella se ha aislado del hogar y de la familia, se salió del control masculino.
La amazona reposa, ¡pero cuidado!, no sea que se despierte su fuerza distendida; descansa, pero a su lado permanece la lanza, símbolo de poder, símbolo sexual que ella sujeta.
El ondulante cuerpo de la joven se ha identificado a plenitud con el paisaje, con ese medio natural, propicio a la conquista, para la lucha.
El principal miedo que provoca es desplazar al hombre y controlarlo.
Fuente: Julia Tuñon (compiladora), “Enjaular los cuerpos. Normativas decimonónicas y feminidad en México”, México: El Colegio de México. 2008.
Imagen: autor: Felipe Santiago Gutiérrez, “La cazadora de los Andes”, 1891. Colección MUNAL.
Úrsula Cotero García, Ex directora de museos y especialista en historia del arte.
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