
Una noche
El río miró de reojo.
La noche no tenía nadie a la vista,
por eso bajamos por el barranco
desprovistos de fracasos y de alcohol.
Los cuerpos fueron más que nosotros.
Buscando lo húmedo con paciencia
hicieron de lo desconocido un recurso
y del placer una estrategia incómoda.
Pero la luna se distrajo.
El infierno es ahora, dije.
Hasta es posible que acá nos maten, dijiste.
Los labios enrojecidos se separaron
y partimos sabiendo que la muerte había sucedido.
Resonancia espectral.
Escuchas como se vacía, se desintegra
aquella cosa que una vez te hizo falta.
Los cajones rozan, madera con madera,
y declinan, con sonido áspero, en su intento de cerrar.
Vibra el ángulo inevitable que araña en lo alto,
su tela fantasmal. Te hiela ese aire vacío.
El óxido avanza perspicaz,
perceptible, corroe los olvidos, la memoria.
Oís la estúpida gota gotear terca
insufrible, en el interior de la noche.
Y la minúscula intolerancia, expandirse,
zigzagueante, frente a tu cara inútil.
La bestia está aquí, persiste su trazo,
sigiloso, constante simétrico fatal.
Te han vencido.
Y hoy lo oíste todo con ojos desencajados!
Esperarás agazapado en tu crisálida.
El tiempo es de esa especie de larva,
que levanta vuelo,
cuando menos, cuando más.
Con los ojos puestos a esperar
El verano también es la fría cama sorda,
un malestar de picazón incontenible
en una noche solitaria.
Quise salir de lo puesto, de lo roto,
de aquello que ata y al atar, enreda
lo que guardo con lo que aguardo.
El malestar se hizo humo,
y en lo blanco del aire
se esculpieron pueblos de cal.
Y opté por la fatiga,
por deambular en los balcones del tedio,
con los ojos puestos a esperar.
La oscuridad inventó un olvido,
y al falso recuerdo le puse alas.
Permanecí en un páramo de preguntas.
Siempre es de noche, cuando mi vida desespera.
III
a Javier Adúriz
Hay una sola patria esta noche,
y la intemperie amenaza
con su cielo de espadas.
Al destierro del desamor
lo habitan palabras graves.
Táctil el suspiro, la bocanada de sombra,
y el miedo a ser el elegido
a conducir una expedición de certezas.
Entretanto guardo tu nombre
en el bolsillo de un secreto.
Y en ese detalle mínimo
sólo reservado al imperio de los nada
te dejo a salvo del olvido.
Claudio LoMenzo nació en 1962 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Estudio Filosofía en la Universidad de Salvador. Fue redactor del Suplemento Cultural “Ámbito de los libros” del Diario Ámbito Financiero. Es ensayista, poeta y crítico literario en medios argentinos e internacionales.
Desde hace 23 años es co-director junto a Javiuer Magistris, de la revista nacional de poesía ”La Guacha”, que distribuye 3.000 ejemplares en toda la Argentina. Una propuesta independiente, crítica y plural, que lleva como eslogan “la palabra hecha actitud” debido al compromiso de difusión asumido con cada poeta de cada rincón del territorio argentino, y por supuesto tendiendo puentes con la voz y la obra de cada poeta del mundo. Confiando siempre en esos canales intrahistóricos, humanos y de hermandad, que los poetas saben transitar.
Publicó el poemario “Doble latido” en Editorial Vinciguerra, (1992) y recientemente “Ciudad del presente” (2019) en Ediciones del Dock, prepara un nuevo poemario: “Bestiario nocturno”.