LA CURVA DE EBBINGHAUS | CAROLINA MUSA

  
EL LEGADO
  
Recuento a mis parientes
de éste y el otro lado del mundo
hablando un idioma que apenas balbuceo
leyendo del revés.
Lo hago sin el menor interés mesiánico
como un mecánico de la historia familiar
o un relojero,
bah no sé.
  
A mi Téte Nadua
la metieron en un barco a los 16,
cruzó tres mares y un océano
para casarse con un desconocido
que le llevaba casi 20 años.
En el puerto de Buenos Aires
mi abuelo José tuvo que subir a bordo
porque ella era menor de edad
y el capitán consagró el matrimonio
sobre el río de la Plata.
Ella bajó casada.
En la versión oficial
mi Téte Nadua
vivió una vida feliz.
Recuento: cuatro hijos, quince nietos, una parra
una ferretería y el marido ejemplar, bah
no sé.
  
(Atención: abstenerse de juzgar a los muertos
basándose en hechos intervenidos
por otras memorias y/o pistas incompletas
fuera de su contexto)
  
Mejor entrar por un lugar
éticamente intachable: El tío Tufic
de visita en Orán.
Mi papá nos va presentando
en su árabe chapucero
Veronique suena medio francés
Cárolain inglés
y Ángel no le suena al pariente sirio,
hermanastro menor de la Téte
el tío Tufic no entiende la palabra ángel
las señas ridículas de mi papá
–Avión –dice el tío Tufic y todos
nos reímos mal,
a carcajadas. Mi papá
recupera un poco la compostura
rebusca en su diccionario español-árabe
hasta dar con los garabatos de “ángel”
y el tío no puede creer
que el chico tenga ese nombre
absurdo, bah.
  
Mi abuelo José era el único inmigrante
de la colectividad sirio libanesa de Orán
que sabía leer y escribir.
Escribía las cartas de toda la colectividad y lo imagino
con su rectitud inventando unas líneas,
bah no sé, una vez, en una reunión familiar,
los primos formamos una fila delante del sillón
y recibimos plata.
  
Mi abuelo José cruzó medio mundo hasta llegar a Orán.
¿Pasaste por París?
Sí.
¿Pasaste por Río de Janeiro?
Sí.
¿Pasaste por Buenos Aires?
Sí.
¿Pasaste por Córdoba y por Santa Fe?
Sí.
¿Pasaste por Tucumán, por Salta y por Jujuy?
Sí.
¿¡Y porqué te quedaste en este pueblo de mierda!?
  
(Que yo sepa, la pregunta de ese niño que fue mi tío
nunca tuvo una respuesta)
  
Nosotros éramos los primos rubios
árabe con vasco francés salimos así, pero
al parecer eso generaba cierto recelo
no nos consideraban muy dignos del legado ancestral
mi hermano pequeño tenía el pelo amarillo
y los ojos azules, como un marciano,
mi mamá había ido a la universidad
y siempre fue una extranjera.
Para muestra baste un botón: la Téte Nadua
no probaba bocado cuando venía a nuestros cumpleaños
cinco veces al año, vivía a cinco cuadras
bah, no sé.
  
Mi hermana y yo
hicimos un tímido intento de aprender
árabe con la Súsu, que venía del Pago.
Las clases eran en la sociedad sirio libanesa
y los alumnos desparejos, varias señoras
convencidas de la supremacía racial de sus maridos e hijos.
Aprendimos a decir batenyen
que es berenjena
las letras alef be te ce
los números hana, harba, site, tmene, tsá, áchara.
Marhaba por Hola.
Shucran por Gracias.
Hal turid cájua por ¿Querés un café?
y varias estrofas del himno al Líbano
Kuluná lilwatán lila ulá lila alám
aunque los presentes descendíamos de sirios
para el caso era lo mismo, supongo,
y eso fue todo:
a la tercera generación de inmigrantes
de la lengua ancestral sólo nos llegaron los insultos
Yarmuta por puta, tis por culo, jara por mierda
úcha por dejáme de romper las pelotas.
Y las comidas: mélle
kupi, tabuli, baclawa, humus.
  
60 años después de saludar en el puerto de Damasco
la Téte Nadua volvió a Mohardi
por única vez en su vida.
Una parte de los preparativos fue reunir a la familia
para filmar un video que ella llevaría a los parientes.
Supongo que los adultos querían mostrar cierta abundancia
querían que los niños nos viéramos felices y sanos.
Yo habré tenido 13 años
mirábamos la cámara sin saber qué decir
“ríanse” ordenaba el camarógrafo
“dale un beso al abuelo” y yo lo hacía
“parezcan naturales” la instrucción paradójica esquizoide.
Al domingo siguiente nos reunimos a ver las imágenes:
mis tías eran dos tótems de la isla de Pascua
y al abuelo Dardo se le caían los dientes.
  
Cuando la Téte volvió
dijo que uno de los sobrinos quiso casarse conmigo
con sólo verme en la pantalla…
A todos les pareció muy cómico, a mí
me pasó el filo de un cuchillo por la espalda
vendida vuelta al pago cosechemos patatas
forniquemos para procrear qué horror
bah no sé, eso ya es presunción,
qué diablos.
  
  
  
LA DESPEDIDA
  
El retraso invariable del colectivo
esta vez roto en Pocitos.
Mi viejo sentado en un banco de la terminal
el perro sarnoso a un lado
varios pibes gatean por el suelo
cerámico, fresco. Al fin
viene, nos abrazamos
rápido porque hace calor
y el chofer está apurado.
Arriba el combo incluye olor a chivo
+ televisión encendida
+ ringtones de celular.
El barrio nuevo es esa fila de puntos
rojos sobre el horizonte
bajo uno de los cuales mi amiga de la infancia
con minuciosidad absoluta
cortará las verduras de la cena.
Un viejo en bicicleta
pedalea exigido
con una escalera bajo el brazo.
Me voy de Orán.
Un carancho se lame las alas
sobre un tronco quemado hueco.
Después la oscuridad
abrupta, a los costados se apaga todo
excepto la memoria en el cuerpo los indicios
de esto que intuyo siempre prematuro         ¿duele?
No, no duele.
Esa cantidad de desperdicios sobre los techos.
Quince minutos todavía
no llega la extrañeza
el asombro llueve pasando Chalicán
llueve torrencialmente
y juraría esta noche croa un sapo acá arriba,
adentro.
  
  
  
POSTAL DE VERANO
  
Con las valijas en la vereda
de la casa de la infancia es decir las valijas
en la infancia misma, de algún modo
(los vecinos duermen)
podría robar el cartel de la despensa
la claridad, el cielo, la basura del corso
tirada entre los yuyos
para mi colección de souvenirs:
aerosoles sin nieve, botellas de plástico
papeles, bolsas, envoltorios
y hojas de coca masticadas y escupidas
(un sarpullido triste sobre el suelo)
En la esquina
-justo bajo el farol clueco
donde fumó Agustín en los noventa
con un gesto viciado de galán de TV-
estaciona el camión municipal
y se apean dos mamelucos amarillos
cargando una hoja de palmera
y una pala de albañil.
Uno barre, el otro junta.
La sincronía es imperfecta, de hecho
parecen dos robots drogados cada vez
que uno barre la polvareda sube
amontona los papeles y envoltorios
levemente hacia el cordón, el otro
arrastra la pala por la calle duda
antes de acometer contra el apenas montículo
después tira el cargamento de la pala en el camión
con lasitud enervante, ambos
de súbito se detienen:
el de la pala se apoya sobre ella y cruza los pies
como un bailarín en descanso
el otro nada más ve la coupé taunus
que dobla la esquina y me descubre
espiando en plena calle, por si acaso
no levanto la mano, el de la pala
me devuelve indiferencia: bosteza
a tempo con la ruinosa casi escoba
que agita lánguida el polvo, la polvareda sube
la claridad acobarda.
  
  
  
SAN LORENZO AL 3200
  
Junto los elementos del poema, evoco
pero no soy yo, ellos se juntan solos
se disponen uno primero otro después
a lo largo de una cuadra que puede no ser
san lorenzo al tres mil doscientos, pero es:
primero el olor a meada
segundo el chorro de agua
brotando de un edificio en construcción
tercero la travesti amanecida en un umbral
tacos aguja negros
sombrero negro tejano calza negra y tachas
sermoneando a la jovencísima puta
escabiadas las dos, de anoche
cuarto el olor a hospital que es
igual al primero y probablemente
compositivamente hablando sean la misma cosa
que entra por la nariz
cuarto la línea de fonavis nuevos
pero ya mutantes arruinados
donde un tipo en cueros lava su auto
quinto la reja detrás los yuyos o también
los yuyos enrejados antes de
sexto la postal del edificio
flamante neobarroco histórico patrimonial en ruinas.
  
  
  
LAS COSAS
  
A la siesta andábamos como fantasmas
en silencio, en bombacha, en puntas de pie.
Aunque no había represalias por el ruido
era una tradición
a medias apurada por el infierno del patio.
Mi hermana leía.
Yo pasaba horas sobre el cerámico fresco
jugando con una balanza:
dos platillos de plástico
y cinco pequeñas pesas grises.
Pesaba los objetos de la casa,
las muñecas, los adornos, los libros
algunas piedras y flores
que arrancaba del patio, la ropa,
las uñas de mi propia mano pesé.
Era cada vez una maravilla
pero no exactamente
la medida en gramos de las cosas sino
su relatividad, las relaciones fortuitas
de esos datos más o menos duros
4 medias=1 llave
1 birome=21 cartas
¿Qué es mayor o menor que qué?
la raqueta y la pava
los lentes y el pescado de cerámica
los libros ¿cuál libro?
La fascinación de ese acto
mecánico, cada vez
la soberana idiotez revelada en unas reglas
que aseguraban disponer el orden de las cosas.
“Estate atenta” dice el mensaje
que la de entonces, toda intuición,
me envió a través del tiempo
en una cápsula cromada.
  

 “El legado”, “La despedida” y “Postal de verano” extraídos de MUSA, Carolina, La curva de Ebbinghaus, Baltasara Editora, Rosario, Argentina, 2016.

“San Lorenzo al 3200” extraído de MUSA, Carolina, Mariposas mutantes en Fukushima, Primera edición ampliada, Brumana Editora, Rosario, Argentina, 2021.

“Las cosas”, extraído de MUSA, Carolina, La soberana idiotez, Brumana Editora, Rosario, Argentina, 2020.

Selección de Mariano Rolando Andrade. 


Carolina Musa es una editora, escritora y artesana nacida en Rosario en 1975. Es Licenciada en Comunicación Social (UNR), desde 2014 dirige la editorial Libros Silvestres y coordina talleres de escritura y pop up en diversos espacios culturales de Rosario. Es directora de la Colección Alfa (poesía de autores emergentes) de la Editorial Biblioteca Vigil desde 2018. Publicó los libros de poesía Acústico (2011), Mariposas mutantes en Fukushima (2015, edición ampliada en 2021), La curva de Ebbinghaus (2016) y La sobrana idiotez (2020); el libro de cuentos En el cuerpo quién sabe (2014); el proyecto interactivo Abductor (2017) y los infantiles Cabeza de flor (2015), El amarillo (2020) y Pescados (2020). Participó en diversas antologías de prosa y poesía, entre otras: 53/70 poesía argentina del siglo XXI (2015), Antología Federal de Poesía Región Centro (2018); y ha colaborado con textos y poemas en diarios y revistas de Rosario y Buenos Aires.

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