
LO INVOCADO
Podrá decirse amor o caballo y nada abolirá
la distancia entre la palabra y lo que designa.
El entretanto sembrará sentido
en su trayecto. Hará que caballo y amor
insistan en su escándalo de temblores y presencia.
Imagen, representación que daremos
por válida, para no extinguirnos
sin aire y sin sonido. Amor, caballo
amor, caballo…
Y si digo langosta, ¿qué evocaré realmente
de ésta criatura cuyas hambres
son saciadas por la destrucción?
¿ O sólo habrá un zumbido de manga en la cabeza?
He sido y aún soy, esa persona que espera
comprender. Ya es de noche y he andado
sin avanzar. Mi ambular, sólo otra forma
de la dispersión en busca de su objeto.
Si digo amarillo en medio de la lluvia,
en la certeza de un sol
brillando en las antípodas, ¿habré traicionado
sin remedio al color amarillo?
Fracasar o traicionar también están lejos. Todo
está lejos. Amor, caballo, langosta, amarillo, siempre
han estado lejos.
Trono y vacío en sí mismos, sin mí.
Para siempre sin nadie.
Nombrar para desvanecer el universo.
LA PUERTA
Cuando era dios y andaba en vastedad
de planicies, bajo un cielo enrojecido,
tomado apenas el pulso de ese frío, me arropaba
con otros y la manta tejida por sus desvalimientos,
que apenas cubría el cuerpo tosco,
de vientre abultado, que ya no
ocultaba la rosa deforme del ombligo.
Cuando no existía entre las
criaturas la conciencia, el dedo acusador
y del paraíso ni siquiera su propia idea,
alzada por entre la neblina de los abrevaderos,
vívidos persistían la sensación
de un temblor bajo los pies y el olor de la sangre.
Pero es aquí y es ahora, sin elusión posible.
En este reino del gran daño, van y vuelven
imágenes. El rostro sonriente de un hombre
joven, sus ojos amistosos -ya terminamos, salió
todo muy bien. Ahora descansá-. Supe
entredormida que, desde milenios había
viajado hasta mí, esa palabra construída con
otra concienciay en la raíz del habla, -dije- Gracias!
Pero añoro esa otra libertad de ser dios y crear
cada día, sin conocer rotación, traslación ni
calendarios. Sólo seguir a las manadas
o recordar el sabor amargo de aquélla raíz
en medio de las fiebres y el peso
del voluntarioso animal, tironeando
de mis tetas alargadas y plenas.
ABSOLUCIÓN
Cierta densidad en el aire, un perfume,
quizá una vibración, se hace notoria en
las orejas del perro. Es una criatura
espléndida en su especie y raza. Una
belleza poderosa y ajena, que, sin embargo,
se asocia con la inquietud humana y,
a su modo sostiene lo que a cada paso,
amenaza derrumbarse.
Habrá que avanzar entre la maleza
de tanta cosa ilegítima, llegar
herido, pisar tembladerales, mentir,
dar la limosna y confesar, por gusto nada
más, alguna falta menor, hasta escuchar
la absolución en la voz de un otro hombre.
Esa que sólo es genuina en los ojos del lobo.
Hay que cruzar al día de mañana,
es tiempo de mirarnos, perro mío.
Graciela Ester Zanini, nació en 1948, en la ciudad de Buenos Aires, donde reside. Tiene publicados: Del rey desnudo, Editorial Sudamericana, 1998. Primer Premio Nacional para obra inédita, bienio 1993/1994, otorgado por la Secretaría de Cultura de la Nación. Rasputín y otras obsesiones, Libros del Zorzal, 2003, Primer Premio Honorarte, Moore-Oteriño-Zanini, breve antología, Editorial Ciudad Gótica, 2004, Rosario. Lo que hay, Ediciones Del Dock, 2005, Magna Ubre, Editorial Ciudad Gótica, 2013, Rosario. Condujo y produjo programas de cultura pòr Radio Municipal de la ciudad de Buenos Aires, entre 1983 y 1984. Coordina Talleres de creación y dicta gabinetes y clínicas de escritura poética. Tiene dos títulos inéditos: Curso de colisión (2015-2019) y Asuntos de la Tribu, work in progress.