MALAHIERBA | LOUISE GLÜCK



 

MALAHIERBA

Algo
llega al mundo sin ser bienvenido
y llama al desorden, al desorden.

Si tanto me odias
no te molestes en buscar
un nombre para mí: ¿necesitas
acaso un desdoro más
en tu lenguaje, otra
manera de culpar
a la tribu por todo?

Ambos lo sabemos,
si adoras a un dios, necesitas
sólo un enemigo.

Yo no soy el enemigo.
Sólo soy una treta para ignorar
lo que ves que sucede
aquí mismo en esta cama,
un pequeño paradigma
del fracaso. Una de tus preciosas flores
muere aquí casi a diario
y no podrás descansar
hasta enfrentarte a la causa, es decir,
a todo lo que queda,
a todo aquello que es más fuerte
que tu pasión personal.

No estaba escrito
permanecer para siempre en este mundo.
Pero por qué admitirlo, si puedes seguir
haciendo lo de siempre,
lamentándote y culpando,
las dos cosas a la vez.

No necesito que me alabes
para sobrevivir. Llegué aquí primero,
antes que tú, antes
de que sembraras un jardín.
y estaré aquí cuando el sol y la luna
se hayan ido, y el mar, y el campo extenso.

Y yo conformaré el campo.

 

De “Iris salvaje”
Versión de Eduardo Chirinos

 

 


 

 

MAITINES 2

Ocurre contigo que eres como los abedules:
no debo hablarte
de modo personal. Muchas
cosas han pasado entre nosotros. ¿O
sólo me ocurrieron a mí? Me
siento culpable, culpable, te pedí
humanidad; no soy más menesterosa
que los otros. Pero la ausencia
de todo sentimiento, de la menor
preocupación por mí… También podría
dirigirme a los abedules
como en mi vida anterior: dejemos
que lo hagan del peor modo, déjales
que me entierren con los románticos,
que sus hojas amarillas y afiladas
caigan sobre mí
y me cubran.

 

De “Iris salvaje”
Versión de Eduardo Chirinos


 

LAMIUM

Así se vive cuando tienes un corazón helado.
Como yo: entre sombras, arrastrándose sobre la roca fría,
bajo las copas inmensas de los arces.

El sol apenas me alcanza.
A veces, al comenzar la primavera, lo veo elevarse a lo lejos.
Luego crecen las hojas sobre él, hasta cubrirlo todo.
Siento su brillo entre las hojas, vacilante,
como quien golpea un vaso con una cuchara de metal.

No todos necesitan de la luz
en igual medida. Algunos
creamos nuestra propia luz: una hoja plateada
como un sendero que nadie puede recorrer, un lago de plata
poco profundo bajo la oscuridad de los arces.

Pero esto ya lo sabes.
Tú y aquellos que piensan
que viven por la verdad, y en consecuencia,
aman todo lo que es frío.

De “Iris salvaje”
Versión de Eduardo Chirinos


 

 

EL IRIS SALVAJE

Al final del sufrimiento
me esperaba una puerta.

Escúchame bien: lo que llamas muerte
lo recuerdo.

Allá arriba, ruidos, ramas de un pino vacilante.
Y luego nada. El débil sol
temblando sobre la seca superficie.

Terrible sobrevivir
como conciencia,
sepultada en tierra oscura.

Luego todo se acaba: aquello que temías,
ser un alma y no poder hablar,
termina abruptamente. La tierra rígida
se inclina un poco, y lo que tomé por aves
se hunde como flechas en bajos arbustos.

Tú que no recuerdas
el paso de otro mundo, te digo
podría volver a hablar: lo que vuelve
del olvido vuelve
para encontrar una voz:

del centro de mi vida brotó
un fresco manantial, sombras azules
y profundas en celeste aguamarina.

 

 

De “Iris salvaje”
Versión de Eduardo Chirinos


 

 

EL ESPINO

Al lado tuyo, pero no
de tu mano: así te miro
andar por el jardín
de verano: las cosas
que no pueden moverse
aprenden a mirar. No necesito
perseguirte a través
del jardín; en cualquier parte
los humanos dejan
señal de lo que sienten, flores
esparcidas en el polvo del camino, todas
blancas y doradas, algunas
levemente alzadas
por el viento de la tarde. No necesito
seguirte adonde estás ahora,
hundido en la ponzoña de este campo, para
saber la causa de tu huida, de tu humana
pasión, de tu rabia: ¿por qué otra cosa
dejarías caer todo aquello
que has acumulado?

De “Iris salvaje”
Versión de Eduardo Chirinos


 

 

PÁRODOS
HACE mucho tiempo, fui herida.
Aprendí
A existir, como reacción,
desconectada
del mundo: te diré
qué queria ser yo:
un artilugio capaz de escuchar.
Inerte no inmóvil.
Un trozo de madera. Una piedra.
¿Por qué cansarme arguyendo, discutiendo?
Toda esa gente que respira en otras camas
difícilmente comprendería: son incontrolables como un sueño.
Por entre las rendijas yo miraba
la luna en el cielo nocturno
hincharse, encogerse.
Nací con una vocación
dar testimonio
de los grandes misterios.
Ahora que he visto tanto
el nacimiento como la muerte, sé
que de la oscura naturaleza son solo pruebas no misterios.

 

 

de “Ararat”
Versión Abraham Gragera

 



Louise Elisabeth Glück (Nueva York, 1943) es una poeta estadounidense en lengua inglesa.  Poeta norteamericana nacida en Nueva York en 1943. Se graduó en 1961 en Hewlett High School de Nueva York, y luego asistió al Sarah Lawrence College y Columbia University. 
Es una de las figuras relevantes de la poesía contemporánea norteamericana, con títulos tan importantes como “Firstborn” 1968, “House on the Marshland” 1975, “Descending Figure” en 1980, “The Triumph of Achilles”1985, “Ararat” 1990, “The Wild Iris” 1992, “Meadowlands” 1996, “The SevenAges” 2001, y “Averno” en 2006. En 1994 reunió sus ensayos sobre poética bajo el título Proofs and Theories.
Ha recibido numerosos premios, entre los que se destacan el Premio Pulitzer 1993 por el “Iris salvaje”, el National Book Critics Circle Award por “The Triumph of Achilles”, el Academy of American Poet’s Prize por “Firstborn”, la Medalla al Mérito MIT, además de varias becas de las fundaciones Guggenheim y Rockefeller. Fue la duodécima poeta laureada (2003-2004) por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. El día 8 de octubre del 2020 recibió el Premio Nobel de Literatura. 

Louise es una poeta que hilvana lo cotidiano y profundo, en una muestra sutil y  a la vez violenta contrastando la naturaleza de lo íntimo.

“Pedí lo que siempre pido / pedí otro poema” escribe Louise Glück.

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