
AQUÍ ENTRE NOS
Un día escribiré mis memorias, ¿quién
que se irrespete no lo hace? Y
allí estará todo. Estará el esmalte
de las uñas revuelto
con Pavese y Pavese con las agujas y
una que otra cuenta de mercado. Donde
debieran estar los pensamientos
sublimes pintaré
tus labios a punto de decirme
buenos días todos los días. Donde
haya que anotar lo más importante
recordaré un almuerzo
cualquiera llegando al corazón
de una alcachofa, hoja a hoja.
Y de resto,
llenaré las páginas que me falten
con esa memoria que me espera entre cirios,
muchas flores y descanse en paz.
DE BOYACÁ EN LOS CAMPOS
Allí, sentado, de pie,
a caballo, en bronce, en mármol,
llovido por las gracias de las palomas
y llovido también por la lluvia,
en cada pueblo, en toda plaza,
cabildo y alcaldía estás tú.
Marchas militares con coroneles
que llevan y traen flores.
Discursos, poemas,
y en tus retratos el porte de un general
que más que charreteras
lucía un callo en cada nalga
de tanto cabalgar por estas tierras,
y más que un físico a lo galán de Hollywood
tenía el ademán mestizo de una batalla perdida.
Centenarios de tu primer diente y de tu última sonrisa.
Cofradías de damas adoradoras
y hasta guerras estallan
por disputarse un gesto tuyo.
Los niños te imitan
con el caballo de madera y la espada de mentira.
Te han llenado la boca de paja, Simón,
te han vuelto estatua,
medalla, estampilla
y hasta billete de banco.
Porque no todos los ríos van a dar a la mar,
algunos terminan en las academias,
en los pergaminos, en los marcos dorados:
lo que también es el morir.
Pero y si de pronto, y si quizás, y si a lo mejor,
y si acaso, y si tal vez algún día te sacudes la lluvia,
los laureles y tanto polvo, quien quita.
(De: VAINAS Y OTROS POEMAS, 1972)
SUELE SUCEDER
Luego de algunos años
de no verlo,
de nuevo nos encontramos.
No el deseo, como antes,
sino la nostalgia
de aquellos días de deseo
nos llevó a la cama.
La alegría de entonces
fue ternura y el goce
y la voluptuosidad
sólo complacencia.
Ambos, podría jurarlo,
tuvimos la certeza
de habernos sobrevivido.
POEMA DE AMOR
Afuera el viento, el olor metálico de la calle.
Ya dentro, va dejando todo lo que lleva encima,
primero la cartera y la sonrisa;
se deshace de las caras que ese día ha visto,
los desencuentros, la paz fingida,
el sabor dulzarrón del deber cumplido.
Y se desviste como para poder tocar
toda la tristeza que está en su carne.
Cuando se encuentra desnuda
se busca, casi como un animal se olfatea,
se inclina sobre ella y se acecha:
inicia una larga confidencia tierna,
se pide respuestas, tal vez tiene la mirada turbia;
separa las rodillas y como una loba se devora.
Afuera el viento, el olor metálico de la calle.
BOGOTÁ, 1982
Nadie mira a nadie de frente,
de norte a sur la desconfianza, el recelo
entre sonrisas y cuidadas cortesías.
Turbios el aire y el miedo
en todos los zaguanes y ascensores,
en las camas.
Una lluvia floja cae
como diluvio: ciudad de mundo
que no conocerá la alegría.
Olores blandos que recuerdos parecen
tras tantos años que en el aire están.
Ciudad a medio hacer, siempre a punto
de parecerse a algo
como una muchacha que comienza a menstruar,
precaria, sin belleza alguna.
Patios decimonónicos con geranios
donde ancianas señoras todavía sirven chocolate;
patios de inquilinato
en los que habitan calcinados la mugre y el dolor.
En las calles empinadas y siempre crepusculares,
luz opaca como filtrada
por sementinas láminas de alabastro,
ocurren escenas tan familiares como la muerte y el amor;
estas calles son el laberinto que he de andar y desandar:
todos los pasos que al final serán mi vida.
Grises las paredes, los árboles
y de los habitantes el aire de la frente a los pies.
A lo lejos el verde existe, un verde metálico y sereno,
un verde Patinir de laguna o río,
y tras los cerros tal vez puede verse el sol.
La ciudad que amo se parece demasiado a mi vida;
nos unen el cansancio y el tedio de la convivencia
pero también la costumbre irremplazable y el viento.
SOBRAN PALABRAS
Por traidoras decidí hoy,
martes 24 de junio,
asesinar algunas palabras.
Amistad queda condenada
a la hoguera, por hereje;
la horca conviene
a Amor por ilegible;
no estaría mal el garrote vil,
por apóstata, para Solidaridad;
la guillotina como el rayo,
debe fulminar a Fraternidad;
Libertad morirá
lentamente y con dolor:
la tortura es su destino;
Igualdad merece la horca
por ser prostituta
del peor burdel;
Esperanza ha muerto ya;
Fe padecerá la cámara de gas;
el suplicio de Tántalo, por inhumana,
se lo dejo a la palabra Dios.
Fusilaré sin piedad a Civilización
por su barbarie;
cicuta beberá Felicidad.
Queda la palabra Yo. Para esa,
por triste, por su atroz soledad,
decreto la peor de las penas:
vivirá conmigo hasta
el final.
(De: TENGO MIEDO, 1983)
ODA AL AMOR
Una tarde que ya nunca olvidarás
llega a tu casa y se sienta a la mesa.
Poco a poco tendrá un lugar en cada habitación,
en las paredes y los muebles estarán sus huellas,
destenderá tu cama y ahuecará la almohada.
Los libros de la biblioteca, precioso tejido de años,
se acomodarán a su gusto y semejanza,
cambiarán de lugar las fotos antiguas.
Otros ojos mirarán tus costumbres,
tu ir y venir entre paredes y abrazos
y serán distintos los ruidos cotidianos y los olores.
Cualquier tarde que ya nunca olvidarás
el que desbarató tu casa y habitó tus cosas
saldrá por la puerta sin decir adiós.
Deberás comenzar a hacer de nuevo la casa,
reacomodar los muebles, limpiar las paredes,
cambiar las cerraduras, romper retratos,
barrerlo todo y seguir viviendo.
ENVÍO
Antes de que veamos que el hermoso camino
es sólo una farsa inútil,
un pozo de aguas misteriosas
de donde hemos sacado aquello que no existe;
antes de que la cercanía del tedio
o la ruina de la sonrisa ocurran;
antes de que la frivolidad
regrese a acostarse en mi cama;
antes de que el deseo se corrompa
o las palabras o las risas,
déjame pedirte que el engaño,
el dulce engaño de ser tú y yo dure
el vasto tiempo de este instante.
LA PATRIA
Esta casa de espesas paredes coloniales
y un patio de azaleas muy decimonónico
hace varios siglos que se viene abajo.
Como si nada las personas van y vienen
por las habitaciones en ruina,
hacen el amor, bailan, escriben cartas.
A menudo silban balas o es tal vez el viento
que silba a través del techo desfondado.
En esta casa los vivos duermen con los muertos,
imitan sus costumbres, repiten sus gestos
y cuando cantan, cantan sus fracasos.
Todo es ruina en esta casa,
están en ruina el abrazo y la música,
el destino, cada mañana, la risa son ruina;
las lágrimas, el silencio, los sueños.
Las ventanas muestran paisajes destruidos,
carne y ceniza se confunden en las caras,
en las bocas las palabras se revuelven con miedo.
En esta casa todos estamos enterrados vivos.
(De: HOLA, SOLEDAD, 1987)
ELEGÍA
Caminaba mirando el cielo
Y me fui de narices.
Ahora echo sangre por todas partes:
Las rodillas, el aire, los recuerdos;
Mi falda se desgarró
Y perdí los aretes, la razón.
¿No hay en el alma
Una manera otra
De vivir un desamor?
(De: MANERAS DEL DESAMOR, 1993)
TIERRALTA
Esto es la boca que hubo,
esto los besos.
Ahora solo tierra: tierra
entre la boca quieta.
(De: EL CANTO DE LAS MOSCAS, 1998)
MARÍA MERCEDES CARRANZA (Bogotá, 1945 – Ib, 2003)
Poeta, periodista, editora, crítica literaria, activista política y cultural. Sus libros de poesía, Vainas y otros poemas (Editorial Ponce de León, Bogotá, 1972), Tengo miedo (Oveja Negra, Bogotá, 1983), Hola, soledad (Oveja Negra, Bogotá, 1987), Maneras del desamor (Golpe de Dados, número CXXIII, volumen XXI, Bogotá, 1993), El canto de las moscas: versión de los acontecimientos (Arango Editores, Bogotá, 1998). También publico otros libros, como antologista, entre ellos, Nueva poesía colombiana (1972), Siete cuentistas jóvenes (1972), Carranza por Carranza (1985). Ejerció el periodismo, dirigiendo la página literaria Vanguardia, del periódico El Siglo de Bogotá (1965), y la revista Estravagario, del diario El Pueblo de Cali, esta vez junto a su esposo, el escritor Fernando Garavito (1975). En 1975, fue nombrada jefe de redacción de la revista Nueva Frontera, cargo que desempeñó durante trece años. Se graduó de Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes, Bogotá, en 1978. Asumió la dirección de la Casa de Poesía Silva, desde 1986 hasta la fecha de su muerte. En el ámbito político, fue parte de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, representando el movimiento Alianza Democrática M-19. Durante los años previos a su fallecimiento, se encargó de la sección de crítica literaria de la revista Semana. Varios críticos, entre ellos Harold Alvarado Tenorio, llamaron como Generación Desencantada, a los poetas que comenzaron a publicar en los años setenta, tal fue el caso de María Mercedes Carranza. La poeta se suicidó el 11 de Julio de 2003, en su apartamento de Bogotá. Junto a su lecho de muerte, yacía un poema de su padre, el poeta piedracielista, Eduardo Carranza, que ella leía en aquellos últimos momentos de vida: “Todo cae, se esfuma, se despide, y yo mismo me estoy diciendo adiós”. Darío Jaramillo Agudelo, escribió sobre la poesía de Carranza: “…su poesía no rehúye la ironía, pero se nutre de una desgarradora, una insobornable, una irrenunciable fidelidad a su verdad …lo esencial fue eso, una ética de la franqueza, el rechazo a todo disimulo, y no sólo ante los otros, sino también desollante franqueza frente a sí misma”.