MUCHACHA PUNK | ALEX AILLON


UNA BUENA PERSONA

No sé qué es ser
una buena persona

He hecho daño
y me han hecho daño
en partes iguales.

En esta vida no se empata,
pero
tampoco se pierde,
tampoco se gana.

En general,
La vida suele reírse
de las matemáticas

Un día eres
al otro no,

así de simple.

Alguna vez
quise pasarme de listo
y
puse de un lado
de la balanza
mi corazón
y del otro
un ladrillo.

El ladrillo voló por el cielo
Y se convirtió en una
nave intergaláctica.

Mi corazón se hundió
al fondo de un lago
junto al cadáver de un oso

(Sin duda)
el oso era inocente,
yo no.

Pero no quiero
distraerlos con otras historias.

No sé qué es ser
una buena persona.

He visto los peores poemas
de mi generación
ascender a la fama
como el jugo de naranja
en la bolsa de valores.

Pero hay una gran diferencia:

a todos nos gusta
el jugo de naranja.
no a todos
la mala poesía.

Y aunque los míos
son mucho peores,
sigo escribiendo.

¿Eso me hace bueno?
¿Eso me hace malo?
Quién sabe.

No sé qué es ser
una buena persona.

Nací
sin muchos talentos
pero eso también puede
ser una gran mentira.

Todas las mujeres que perdí
ganaron.

Ellas saben —ahora—
que no hay amor
que por bien no venga.

Anuncio:
comenzó a llover
y
la soledad es un fantasma
terrible
que se ilumina con la luz
del primer relámpago.

Insisto
no sé qué es ser
una buena persona
y si lo supiera
tampoco se los diría.


CÓMO LEER UN POEMA DE LEONARD COHEN

Te vi y ya quería hacer el amor contigo,
pero tú me dijiste aquella madrugada,
que, en cambio, lo que a ti te interesaba
no era hacer historia con este rollo sino
follar y punto.
Luego, mientras yo te hacía el amor
y tú me follabas,
me pareció un bonito detalle preguntarte
si eras feliz:
“Deja de preguntar estupideces
y concéntrate en lo que estás haciendo”
respondiste.
Está bien, me dije:
¡Esta mujer sí que sabe lo que quiere!
Al cabo de una semana,
yo ya solo pensaba en follar contigo,
y en cambio tú querías hacer el amor,
así que nos despedimos.
Pasamos de lo dulce que es
que nos traten como a un pedazo de carne
a querernos a thousand kisses deep.
Luego de algunos años te volví a ver
y recordé los hoyuelos de tu espalda
los muñecos de nieve, la lluvia,
y cómo pudo amarte
-un carroñero como yo-
sin haber pisado siquiera
el asfalto prometido de Boogie Street.


UN ARTESANO

Soy un artesano. Hago poemas para que cualquiera los use. No los hago para museos, los hago para las ferias, para los mercados, para que sean frutas de cambio. Poemas como mangos, piñas, bananas, chirimoyas, manzanas, duraznos. Me especializo en hacer poemas de todos los colores y formas. Algunos salen panzones, como aves del paraíso. Otros, delgados, con el paciente ánimo de un faquir. No tengo la fórmula exacta, es solo un oficio. Mi padre los hacía, yo también los hago. Andamos buscándonos la vida, mis poemas y yo, aunque habitualmente es la vida la que nos encuentra saltando de felicidad en alguna esquina. Entonces nos observa con ternura y tristeza, mientras se aleja poco poco, como el vuelo lento de una mariposa, dejándonos un suspiro en el aire.


LAS LLAVES

Ella olvidó sus llaves sobre la mesa de noche y se fue a andar por el mundo. “El olvido es tan humano”, me escribió desde algún lugar que podría ser cualquier lugar. Miro la ventana de mi balcón contra la que un pájaro ha dejado de estrellarse todas las mañanas. Si lo supiera, un poeta colombiano me condenaría a un verano muy largo. Han pasado varios días y varias noches y varias lluvias se han precipitado y sus llaves continúan en el mismo lugar donde las dejó antes de desnudarse para asaltar el cuerpo de la noche y de mi alma. Me he preguntado con tristeza sobre el destino de estas llaves. Sobre las puertas que permanecerán cerradas definitivamente. Sobre el olvido, que es tan humano.


MUCHACHA PUNK

Teníamos grandes planes juntos. Ya sé, ya sé, nunca hay que hacer planes con una muchacha punk. Pero el amor y los tatuajes nos hacen perder la perspectiva. Yo mismo tuve que hacerme un tatuaje ¡A mi edad! Quién lo diría. Iríamos primero a un concierto en aquella pocilga asquerosa en Brixton. Nos sentaríamos a ver tomar un taxi a Rodolfo Fogwill en la esquina de Charing Cross.  Veríamos arder Londres en la madrugada. Empaparíamos nuestro último beso con  aceite de heroína. Nos besaríamos las cicatrices. Yo las de tus brazos, tú las de mi alma. Volveríamos a ese hotel. Nos comeríamos el corazón.


CAER

Nadie que aprenda a volar lo hace para permanecer en el aire. Quien aprende a volar lo hace para experimentar el delirio del derrumbe, el vértigo de la caída, la dignidad del precipicio.  La altura puede seducirte —uno se siente poderoso, un dios entre las nubes. Pero hay que caer, caer, caer, infinitamente. La vida es conocerse en la caída. Recuerda la torre de Holderlin. No te quedes mucho arriba. Hay tanto cadáver detenido allá en el cielo.


UN CAFÉ

Puedo medir mi vida en tazas de café. Recuerdo que tomé un café cuando llegaste, que tomé uno cuando te fuiste y tomé otro para entender que no regresarías. También tomé uno viendo llegar aquella tormenta de ceniza, en aquella ciudad, frente a aquel volcán. Pienso en un café cuando quiero entender la muerte de las cosas simples. Para recordar que sólo somos fragancia, humo y olvido. Pienso en un café. Sin azúcar, por favor. Gracias.


BOLIVIA

Primera declaración de amor:

Bolivia no tiene grandes avenidas, tampoco grandes museos, no tiene una semana de la moda como París o New York. No, tampoco tiene mar. Bolivia no recuerda muchas cosas, tiene mala memoria, tiene el vicio del beso fácil, del discurso inútil, de la noche que de tan noche es todas las noches. Bolivia es la noche trasnochada. En Bolivia no se habla un solo idioma, para qué si podemos hablar millones. Vivimos nuestra condición babélica con orgullo. No nos entendemos, tampoco queremos. Cada quien tiene su propia lengua, una que es imposible de catalogar, una que inicia con el impulso del primer silencio. Bolivia tiene problemas de diseño, le cuesta caminar derecho, lo nuestro no es la recta sino la curva. No vemos para creer, creemos para ver. Gracias a Dios (si es que acaso algo así existe) la filosofía, tal como la entendía Hegel, pasó por aquí y se dio media vuelta como un perro asustado con la cola entre las piernas. Aquí la miseria y la lluvia envejecieron en las calles. Bolivia no tiene jets supersónicos, ni drones que vuelen a control remoto desbaratando la vida alrededor del globo. Pero aquí los hombres y las mujeres simples, los hombres y las mujeres de a pie, los hombres y las mujeres sencillos y sencillas, salen a la calle y consiguen que su protesta se vea en todo el universo como una gran fogata que alumbra las formas eternas de la soledad. Aquí las cosas no son bonitas, como en otros lugares en los que sí son bonitas las cosas. Bolivia tiene ciudades horrorosas, selvas y ríos desproporcionados, almas miserables, fiestas sobrenaturales. Yo veo a mi patria y me conmueve su monstruosidad. La miro como Frankestein miraría a su criatura, como el rabino vería la torpeza melancólica de su golem. La veo y me digo: ¡carajo, de dónde tanta fuerza!. Yo le deseo al mundo un país como el mío. Para humanizarlo en el mejor de los sentidos. Para que sienta no un país que te da Mac Donalds, no un país que te da Calvin Klein, no un país que te da muerte, no un país que te da miedo, sino un país que te da la mano, pura, firme, abierta, como se da la mano. Es cierto he visto horizontes maravillosos en otras partes, confines indecibles en la portentosa pradera americana, soles de piedra en México, volcanes rugiendo la vida en Ecuador, la eternidad naciendo en el delta del Tajo en Portugal, “naves ardiendo más allá de Orión”, pero jamás algo como Bolivia, jamás un país que se sostenga sobre la nada, jamás algo que flote en el vacío con la gracia de una esfera eterna. Es cierto, Bolivia no tiene muchas cosas, no tiene grandes avenidas, ni grandes museos, ni una semana de la moda como París o New York, pero ya la tendremos y cuando esto ocurra todo se irá al infierno, como el rock and roll, como la revolución, como las utopías, como se van todas las cosas buenas de la vida.


ALEX AILLON VALVERDE nació en Sucre, Bolivia. Ha publicado los siguientes títulos: Para leer al Pato Donald desde la diferencia; Pop y otros escritos; 4000; y Revolución. Aillón Valverde es periodista y comunicador social. Ha vivido y trabajado en Ecuador, Estados Unidos y Bolivia. En la actualidad es editor del suplemento cultural Puño y Letra.


 

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