
CRISÁLIDAS
Cuando enferma la niña todavía
salió cierta mañana
y recorrió, con inseguro paso,
la vecina montaña,
trajo entre un ramo de silvestres flores
oculta una crisálida,
que en su aposento colocó, muy cerca
de la camita blanca.
………………………………………
Unos días después, en el momento
en que ella expiraba,
y todos la veían, con los ojos
nublados por las lágrimas,
en el instante en que murió, sentimos
leve rumor de älas
y vimos escapar, tender el vuelo
por la antigua ventana
que da sobre el jardín, una pequeña
mariposa dorada…
………………………………………
La prisión, ya vacía, del insecto
busqué con vista rápida;
al verla vi de la difunta niña
la frente mustia y pálida,
Y pensé ¿si al dejar su cárcel triste
la mariposa alada,
la luz encuentra y el espacio inmenso,
y las campestres auras,
al dejar la prisión que las encierra
qué encontrarán las almas?…
LOS MADEROS DE SAN JUAN
¡Aserrín!
¡Aserrán!
Los maderos de San Juan,
piden queso, piden pan,
los de Roque
alfandoque,
los de Rique
alfeñique
¡Los de Triqui, triqui, tran!
Y en las rodillas duras y firmes de la Abuela,
con movimiento rítmico se balancea el niño
y ambos agitados y trémulos están;
la Abuela se sonríe con maternal cariño
mas cruza por su espíritu como un temor extraño
por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño
los días ignorados del nieto guardarán.
Los maderos de San Juan
piden queso, piden pan
¡Triqui, triqui,
triqui, tran!
Esas arrugas hondas recuerdan una historia
de sufrimientos largos y silenciosa angustia
y sus cabellos, blancos, como la nieve, están.
De un gran dolor el sello marcó la frente mustia
y son sus ojos turbios espejos que empañaron
los años, y que, ha tiempos, las formas reflejaron
de cosas y de seres que nunca volverán.
Los de Roque, alfandoque
¡Trique, triqui, triqui, tran!
Mañana cuando duerma la Anciana, yerta y muda,
lejos del mundo vivo, bajo la oscura tierra,
donde otros, en la sombra, desde hace tiempo están,
del nieto a la memoria, con grave son que encierra
todo el poema triste de la remota infancia,
cruzando por las sombras del tiempo y la distancia,
¡de aquella voz querida las notas vibrarán!
Los de Rique, alfeñique
¡Triqui, triqui, triqui, tran!
Y en tanto en las rodillas cansadas de la Abuela
con movimiento rítmico se balancea el niño
y ambos conmovidos y trémulos están;
la Abuela se sonríe con maternal cariño
mas cruza por su espíritu como un temor extraño
por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño
los días ignorados del nieto guardarán.
¡Aserrín!
¡Aserrán!
Los maderos de San Juan,
piden queso, piden pan,
los de Roque
alfandoque,
los de Rique
alfeñique
¡Triqui, triqui, triqui, tran!
¡Triqui, triqui, triqui, tran!
De EL LIBRO DE VERSOS (Infancia)
JUNTOS LOS DOS
Juntos los dos reímos cierto día…
¡Ay, y reímos tanto
que toda aquella risa bulliciosa
se tornó pronto en llanto!
Después, juntos los dos, alguna noche,
¡reímos mucho, tanto,
que quedó como huella de las lágrimas
un misterioso encanto!
Nacen hondos suspiros de la orgía
entre las copas cálidas
y en el agua salobre de los mares
se forjan perlas pálidas.
De EL LIBRO DE VERSOS (Páginas suyas)
POETA, DI PASO
¡Poeta, di paso
los furtivos besos!…
¡La sombra! ¡Los recuerdos! La luna no vertía
allí ni un solo rayo…Temblabas y eras mía.
Temblabas y eras mía bajo el follaje espeso;
una errante luciérnaga alumbró nuestro beso,
el contacto furtivo de tus labios de seda…
La selva negra y mística fue la alcoba sombría…
En aquel sitio el musgo tiene olor de reseda…
Filtró luz por las ramas cual si llegara el día…
Entre las nieblas pálidas la luna aparecía…
¡Poeta, di paso
los íntimos besos!
¡Ah, de las noches dulces me acuerdo todavía!
En señorial alcoba, do la tapicería
amortiguaba el ruido con sus hilos espesos,
desnuda tú en mis brazos fueron míos tus besos;
tu cuerpo de veinte años entre la roja seda,
tus cabellos dorados y tu melancolía,
tus frescuras de virgen y tu olor de reseda…
apenas alumbraba la lámpara sombría
los desteñidos hilos de la tapicería.
¡Poeta, di paso
el último beso!
¡Ah, de la noche trágica me acuerdo todavía!
El ataúd heráldico en el salón yacía,
¡mi oído fatigado por vigilias y excesos,
sintió como a distancia los monótonos rezos!
Tú, mustia, yerta y pálida entre la negra seda,
la llama de los cirios temblaba y se movía,
perfumaba la atmósfera un olor de reseda,
un crucifijo pálido los brazos extendía
¡y estaba helada y cárdena tu boca que fue mía!
UNA NOCHE
Una noche,
una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de música de älas,
una noche,
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda, las luciérnagas fantásticas,
a mi lado, lentamente, contra mí ceñida, toda,
muda y pálida
como si un pensamiento de amarguras infinitas,
hasta el fondo más secreto de tus fibras te agitara,
por la senda que atraviesa la llanura florecida
caminabas,
y la luna llena
por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
y tu sombra,
fina y lánguida,
y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada,
sobre las arenas tristes
de la senda se juntaban
y eran una
y eran una
¡y eran una sola sombra larga!
¡y eran una sola sombra larga!
¡y eran una sola sombra larga!
Esta noche
solo, el alma
llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia
por el infinito negro,
donde nuestra voz no alcanza,
solo y mudo
por la senda caminaba,
y se oían los ladridos de los perros a la luna,
a la luna pálida
y el chillido
de las ranas…
Sentí frío; ¡era el frío que tenían en la alcoba
tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
entre las blancuras níveas
de las mortuorias sábanas!
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
era el frío de la nada…
Y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada,
iba sola
iba sola
¡iba sola por la estepa solitaria!
Y tu sombra esbelta y ágil,
fina y lánguida,
como en esa noche tibia de la muerta primavera,
como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella… ¡Oh las sombras enlazadas!
¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de lágrimas!…
De EL LIBRO DE VERSOS (Nocturnos)
ARS
El verso es un vaso santo; ¡poned en él tan sólo,
un pensamiento puro,
en cuyo fondo bullan hirvientes las imágenes!,
¡como burbujas de oro de un viejo vino oscuro!
Allí verted las flores que en la continua lucha
ajó del mundo el frío,
recuerdos deliciosos de tiempos que no vuelven,
y nardos empapados de gotas de rocío.
Para que la existencia mísera se embalsame
cual de una esencia ignota,
quemándose en el fuego del alma enternecida,
de aquel supremo bálsamo basta una sola gota.
VEJECES
Las cosas viejas, tristes, desteñidas,
sin voz y sin color, saben secretos
de las épocas muertas, de las vidas
que ya nadie conserva en la memoria,
y a veces a los hombres, cuando inquietos
las miran y las palpan, con extrañas
voces de agonizante, dicen, paso,
casi al oído, alguna rara historia
que tiene oscuridad de telarañas,
son de laúd y suavidad de raso.
¡Colores de anticuada miniatura,
hoy, de algún mueble en el cajón, dormida;
cincelado puñal; carta borrosa;
tabla en que se deshace la pintura
por el tiempo y el polvo ennegrecida;
histórico blasón, donde se pierde
la divisa latina, presuntuosa,
medio borrada por el liquen verde;
misales de las viejas sacristías;
de otros siglos fantásticos espejos
que en el azogue de las lunas frías
guardáis de lo pasado los reflejos;
arca, en un tiempo de ducados llena;
crucifijo que tanto moribundo,
humedeció con lágrimas de pena
y besó con amor grave y profundo;
negro sillón de Córdoba; alacena
que guardaba un tesoro peregrino
y donde anida la polilla sola;
sortija que adornaste el dedo fino
de algún hidalgo espadín y gola;
mayúsculas del viejo pergamino;
batista tenue que a vainilla hueles;
seda que te deshaces en la trama
confusa de los ricos brocateles;
arpa olvidada que al sonar, te quejas;
barrotes que formáis un monograma
incomprensible en las antiguas rejas;
¡el vulgo os huye, el soñador os ama
y en vuestra muda sociedad reclama
las confidencias de las cosas viejas!
El pasado perfuma los ensueños
con esencias fantásticas y añejas
y nos lleva a lugares halagüeños
en épocas distantes y mejores;
¡por eso a los poetas soñadores,
les son dulce, gratísimas y caras,
las crónicas, historias y consejas,
las formas, los estilos, los colores,
las sugestiones místicas y raras
y los perfumes de las cosas viejas!
MARIPOSAS
En tu aposento tienes,
en urna frágil,
clavadas mariposas
que, si brillante,
rayo de sol las toca
parecen nácares
o pedazos de cielo,
cielos de tarde,
o brillos opalinos
de alas süaves;
y allí están las azules
hijas del aire
fijas ya para siempre,
las alas ágiles,
las alas, peregrinas
de ignotos valles
que como los deseos
de tu alma amante
a la aurora parecen
resucitarse,
cuando de tus ventanas
las hojas abres
y da el sol en tus ojos
y en los cristales.
De EL LIBRO DE VERSOS (Sitios)
MADRIGAL
Tu tez rosada y pura, tus formas gráciles,
de estatua de Tanagra, tu olor de lilas,
el carmín de tu boca, de labios tersos;
las miradas ardientes de tus pupilas,
el ritmo de tu paso, tu voz velada,
tus cabellos que suelen, si los despeina
tu mano blanca y fina toda hoyuelada,
cubrirte como un rico manto de reina;
tu voz, tus ademanes, tu… no te asombre:
todo eso está, y a gritos, pidiendo un hombre.
FILOSOFÍAS
De placeres carnales el abuso,
de caricias y besos,
goza, y ama con toda tu alma, iluso;
agótate en excesos.
Y si de la avariosis te librara
la sabia profilaxia,
al llegar los cuarenta, irás sintiendo
un principio de ataxia.
De la copa que guarda los olvidos
bebe el néctar que agota:
perderás el magín y los sentidos
con la última gota.
Trabaja sin cesar, batalla, suda,
vende vida por oro:
conseguirás una dispepsia aguda
mucho antes que un tesoro.
Y tendrás ¡oh placer! de la pesada
digestión en el lance,
ante la vista ansiosa y fatigada
las cifras de un balance.
Al arte sacrifícate: ¡combina,
pule, esculpe, extrema!
¡Lucha, y en la labor que te asesina,
—lienzo, bronce o poema—
pon tu esencia, tus nervios, tu alma toda!
¡Terrible empresa vana!,
pues que tu obra no estará a la moda
de pasado mañana.
No: sé creyente, fiel, toma otro giro
y la razón prosterna
a los pies del absurdo ¡compra un giro
contra la vida eterna!
Págalo con tus goces; la fe aviva;
ora, medita, impetra;
y al morir pensarás: ¿Y si allá arriba
no me cubren la letra?
Mas si acaso el orgullo se resiste
a tanta abdicación,
si la fe ciega te parece triste,
confía en la razón.
Desprecia los placeres y, severo,
a la filosofía,
loco por encontrar lo verdadero,
consagra noche y día.
Compara religiones y sistemas
de la Biblia a Stuart Mill,
desde los escolásticos problemas
hasta lo más sutil.
De Spencer y de Wundt, y consagrado
a sondear ese abismo
lograrás este hermoso resultado:
no creer ni en ti mismo.
No pienses en la paz desconocida.
¡Mira! al fin, lo mejor
en el tumulto inmenso de la vida,
es la faz interior.
Deja el estudio y los placeres; deja
la estéril lucha vana,
y, como Ҫakia-Muni lo aconseja
húndete en el Nirvana.
Excita del vivir los desengaños
y en soledad contigo
como un yogui senil pasa los años
mirándote el ombligo.
De la vida del siglo ponte aparte;
del placer y el amigo,
escoge para ti la mejor parte
y métete contigo.
Y cuando llegues en postrera hora
a la última morada
sentirás una angustia matadora
de no haber hecho nada…
De GOTAS AMARGAS
NOCTURNO
Oh dulce niña pálida, que como un montón de oro
de tu inocencia cándida conservas el tesoro;
a quien los más audaces, en locos devaneos,
jamás se han acercado con carnales deseos;
tú, que adivinar dejas inocencias extrañas
en tus ojos velados por sedosas pestañas,
y en cuyos dulces labios –abiertos sólo al rezo–
jamás se habrá posado ni la sombra de un beso…
Dime quedo, en secreto, al oído, muy paso,
con esa voz que tiene suavidades de raso:
si entrevieras dormida a aquel con quien tú sueñas,
tras las horas de baile rápidas y risueñas,
y sintieras sus labios anidarse en tu boca
y recorrer tu cuerpo y en su lascivia loca
besar todos sus pliegues de tibio aroma llenos
y las rígidas puntas rosadas de tus senos;
si en los locos, ardientes y profundos abrazos
agonizar soñaras de placer en sus brazos,
por aquel de quien eres todas las alegrías,
¡oh dulce niña pálida!, dí, ¿te resistirías?
De VERSOS VARIOS
JOSÉ ASUNCIÓN SILVA (Bogotá, 1865 – Ib, 1896)
Poeta, articulista, traductor, crítico literario y narrador colombiano. Entre las principales ediciones de su obra poética, Poesías, Hernando Martínez Editor, Barcelona, España, 1908; El libro de versos, Horizonte, Bogotá, 1945; Obras completas de José Asunción Silva, Talleres Tipográficos del Banco de la República, Bogotá, 1965; Obra completa, Editorial Arte, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1977; Intimidades, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1977; Poesías completas. Seguidas de prosas selectas, Editorial Aguilar, México, 1978; Obra poética, Ediciones Hiperión/Casa de Poesía Silva, Madrid, 1996; Antología poética, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2005; Poemas vitales, Biblioteca Básica de Cultura Colombiana, Bogotá, 2015. Ha sido considerado por la crítica como postromántico y también un precursor, iniciador, participante, e, incluso, un disidente del Modernismo. Su obra, constituye un hito que divide en un antes y un después de él, la historia de la literatura colombiana. Silva no tuvo una formación educativa formal o completa, pero si fue un ávido lector desde adolescente, con una gran cultura adquirida de manera autodidacta, y dueño de conocimientos avanzados en la filosofía y literatura universales. En 1884, el poeta viajó a Europa, estuvo en París y visitó Inglaterra y Suiza. Esta permanencia en el extranjero, le permitió a Silva asimilar la literatura europea, especialmente la poesía francesa de la época, la que tuvo notable influencia, tiempo después en su obra poética. En 1886, el escritor J. M. Rivas Groot, publicó la Antología La lira nueva, el inicio del modernismo en Colombia, en la que se incluyen 8 composiciones de Silva. El infortunio acompañó al poeta hasta el fin de sus días, tal como el hecho de la muerte de su padre en 1887, por lo que tuvo que hacerse cargo de los negocios familiares con apenas 22 años de edad, viéndose abocado a enfrentar grandes dificultades económicas; en una lucha agotadora, trató de evitar la bancarrota, lo que culminó, sin embargo, en su ruina definitiva, cinco años después de iniciado este empeño inútil. Para acrecentar su desgracia, en 1891 murió su hermana Elvira, quien había sido la compañera permanente y confidente del poeta. Este fallecimiento, inspiró al poeta el tema del famoso Nocturno III, titulado Una noche, uno de sus mejores poemas y de los más hermosos de la lengua española. En 1894, obtuvo el nombramiento diplomático de Secretario de la Legación de Colombia en Caracas; en Enero de 1895, resolvió regresar a su país, y se embarcó en el vapor Amérique, que encalló tras un fuerte temporal, logrando salvarse el poeta y el resto de los pasajeros, pero la casi totalidad de su obra literaria, desapareció en el naufragio. Todas estas calamidades en tan pocos años, vencieron las resistencias físicas y psíquicas de un hombre con extrema sensibilidad, quien tras continuar padeciendo fracasos económicos en los negocios familiares emprendidos entre 1895 y comienzos del año siguiente, y acosado por el infortunio, se suicidó de un disparo en el pecho, la noche del 24 de Mayo de 1896, cuando tenía apenas treinta años de edad. En palabras del escritor mexicano José Juan Tablada, al referirse a la vida y obra de Silva, dijo que fue “Un poeta inmortal; una personalidad misteriosa… Silva no tuvo una biografía, sino una leyenda. Vivió ayer, es nuestro hermano y no obstante retrocede hundiéndose en el Pasado, tomando entre sus brumas prestigio de Héroe y encantos de fantasma… Su principal carácter fue la originalidad vidente. Se adelantó pasmosamente a su época”.