
UNA HILERA DE OJOS
Pero a veces se entiende que decir yo
es tratar de nombrar una hilera de ojos,
un collar hecho de huesos y de piedras.
Levantar la piel.
Rastrear las pisadas de las otras.
A partir de sus huellas,
descifrar este baile.
Dirimir cuántas voces
se han pegado a tu voz
(si acaso hubo una voz primera o sola).
Abrir la vaina.
Separar con los dedos las semillas.
ESTA CEGUERA BLANCA
Si no hay un tú
que haga prender mis ojos,
que propague en mi cuerpo el incendio
que asola la mentira del «mí misma»
(que no es más que rincón, esquina, celda
donde las manos no pueden extenderse).
Si no hay un tú que me haga de baliza,
que señale dónde acabo yo
y empieza la arcilla de los otros.
Si no hay un tú:
Si no hay un esta ceguera blanca para siempre.
ESTOS DEDOS QUE BAILAN
Nosotras,
en el patio de atrás
de una casa muy grande,
oreando el rencor con los brazos en alto
y el dolor de los siglos en los hombros.
Nosotras,
estirando este rencor tan blanco,
dejando
que todo el sol del mundo lo atraviese.
Nosotras,
vigilando el fuego de otros,
cocinando los huesos de otros
para hacer esta sopa
que a otros servirá de alimento.
¿Y qué tenemos nuestro
más allá de estos dedos
que bailan alrededor
del cuello de las bestias,
de estos dedos que matan
con un movimiento rápido, preciso,
y cocinan lo muerto
para dar de comer a una estirpe maldita?
Nosotras
y el rencor que se tiende
en los patios traseros de las casas.
Nosotras:
¿para cuándo otras manos,
otra historia, otra estirpe?
ELLOS VENDRÁN
Ellos vendrán de noche
y con manos de sombra
saquearán nuestra ciudad recién fundada.
Quemarán nuestras casas,
matarán a los hombres,
violarán a las mujeres
mientras silban.
Robarán nuestras bestias
y asaltarán las despensas
mejor abastecidas.
Comerán y beberán hasta hartarse.
Reirán hasta dolerles las mandíbulas.
Antes de que despunte el alba
se irán como vinieron:
levantando una nube de polvo
y volviéndose pequeños,
cada vez más pequeños
(hasta parecer inocentes
del grito, del semen, de la llama).
Para que no los olvidemos,
nos dejarán el destello del fuego
y un puñado de hijos bastardos
a los que rehuir y querer
a partes iguales,
desde el hueco terrible de la culpa.
SIN MIEDO YA
Aquí los huesos de los muertos
se extienden por el suelo
y sobre ellos se danza hasta hacerlos añicos.
Escucha bien la risa
que patea estos huesos
y se deja caer montaña abajo,
celebrando
que ni tú ni yo somos los muertos
sobre los que otros bailan
todavía.
Escucha bien la risa
que escarba la tierra
en busca de lo negro:
gusanos diminutos,
semillas de amapola,
la verdad que los otros enterraron.
Escucha bien la risa
que atraviesa bailando este dolor,
sin miedo ya.
Olalla Castro, Inventar el hueso, Pre-textos, 2019
XXXIII Premio Unicaja de Poesía
Nacida en Granada en 1979, Olalla Castro es doctora por la Universidad de Granada y licenciada en Periodismo y en Teoría de la Literatura. Ha escrito los poemarios La vida en los ramajes (Devenir, 2013), Los sonidos del barro (Aguaclara, 2016), Bajo la luz, el cepo (Hiperión, 2018) e Inventar el hueso (Pre-Textos, 2019) y el ensayo Entre-lugares de la Modernidad: filosofía, literatura y Terceros Espacios (Siglo XXI, 2017), además de hacerse cargo de las antologías Ocho paisajes, nueve poetas (Dauro, 2009) y Juan de Loxa: resistir en el margen (Diputación de Granada, 2018). Ganadora del Premio Nacional de Poesía Miguel Hernández, del Premi Tardor de Poesía, del Premio Internacional Antonio Machado en Baeza, del Premio Unicaja de Poesía y finalista del Premio Andalucía de la Crítica durante dos años consecutivos, sus poemas y relatos han sido recogidos en más una veintena de antologías y traducidos a varias lenguas. Fue columnista del diario La Opinión de Granada durante sus seis años de existencia y actualmente es columnista de El Salto Diario. Ha sido cantante y letrista de diversos proyectos musicales, como Rebelmadiaq, Sister Castro o Nour, formaciones con las que ha firmado una decena de discos y ofrecido conciertos por países como Argentina, México, Costa Rica, Jordania, Marruecos, Argelia, Francia, Holanda o Alemania. Acaba de terminar su primera novela, gracias a la Beca de Escritura Montserrat Roig concedida en la primavera de 2020.
Fotografía de María de la Cruz