POEMAS | RODRIGO VERDUGO PIZARRO


 PRESENTACIÓN

La poesía de Rodrigo Verdugo desciende de esa mágica planta surrealista que se extendió, como enredadera, en toda la poesía chilena moderna y que se llamó La Mandrágora. Era un grupo, una revista y un jardín de sueños. Las voces mayores de ese grupo -Gómez Correa, Braulio Arenas, Teófilo Cid- siguen de alguna manera iluminando las imágenes más puras de toda la poesía chilena contemporánea, la que va de finales del siglo XX al XXI. De Gonzalo Rojas a Rodrigo Verdugo hay un hilo genealógico que aunque familiar es esencialmente poético. Rodrigo, desde la infancia, estuvo en contacto con grandes figuras de la poesía de Chile, que equivale casi a decir con la poesía más pura de nuestro continente. Ejercer el oficio poético no fue como para otros jóvenes, un acto electivo, sino un acto natural, desde niño conversaba con su tío Gonzalo, escuchaba de viva voz recitar a Carlos de Rocka, leía en voz alta al soberbio Huidobro. De esa estirpe es su poesía, asumida con el más alto rigor al que puede aspirar un purificador del lenguaje de la tribu. Sus imágenes, que se van desplegando en círculos concéntricos, sus adjetivos inusuales, sus atrevidas disrupciones sintácticas, el cruce del lenguaje más nuevo con preciosos arcaísmos, crean suficiente conmoción para intuir que detrás de cada poema lo que se nos propone es una visión y una hecatombe. Me complace introducir a Rodrigo Verdugo a los lectores mexicanos quienes, al leerlo, sin duda, descubrirán que hay un misteriosa rama-guía surrealista que lo une con nuestros poetas más proclives a enunciar su voz en un estado de duermevela, Pienso en el Owen de Línea, en algunos Nocturnos de Xavier Villaurrutia y encuentro ese mismo brote, esa misma florescencia maligna que reúne a las grandes voces poéticas del sur y norte del Continente. De esa estirpe de poetas visionarios es Rodrigo Verdugo.

                      Yo tengo tantos secretos de aire con mis ojos

                       que veo hasta milagros clavados

                       en las nubes. 

 

Ricardo Echávarri

(Verano de 2022)


ABERTURA

Un cuerpo en la arena
significa que el cielo hablará por todas las llamas blancas
yo me invoco a mí mismo como un manantial o un rayo vendado
esperando que introduzcas la pirámide en el alma del caballo.

No somos libres de ser marcados,
ni aún los meteoros que van hacia el matadero,
ni de ser arrastrados como las estrellas de aguarrás lo hacen
con los cadáveres de los ciegos.

Estoy mirando el cielo, la huraña acumulación
a la que llegamos aglutinados como montañas y obligados por un solo latido
universos atornillados en intermedios de saliva
donde los corderos sienten puntadas en los ojos.

A gritos pido que apolillen la traslación bajo las arenas,
a gritos pido un latido radiante,
a gritos todos piden por esos oficiantes,
atrapados en los peldaños del aire.

Han pasado muchas noches, muchos candados de sangre
y ella no regresa, donde le imaginé un cuerpo
un torbellino áureo resucita a las abejas
ella, la radiante tras la aguja poseída que el mar refleja contra los padres.

Ha pasado mucho tiempo
y ella no regresa.

El gallo fosforescente
tiembla de espanto
en la colina encadenada.


 

TRÓPICO

Si eres tan rápida,
recuérdame cuando el agua se vuelva morada
y mirándote al espejo odies tu alma inyectada
como una hiena asaltada de tarántulas.
El humo me prohíbe tu nombre
yo aplasto tus estrellas,
pierdes  mis cartas, olvidas mis visitas.
Eres rápida,
pero no más que las anclas que arrastran fiestas sobre tu sangre,
toma tus baños de tina
ninguno será más anfibio que yo,
ninguna será como tú al hundirte en el agua
y encontrarte con la otra
que escapa de noche a las cavernas
y acaricia al exorcista degollado,
pero aclara de pronto
las aves revuelven mis heridas
lo veo todo azul,
y camino, viéndolo todo azul, hacia la mesa donde yace
la lámina que diluía a los dioses
y salen eslabones rosados que unen a enfermos de peste cristal
y un hilo de arena que va de umbral en umbral
para disposiciones terribles.
Eres rápida frente a los trozos de cielo
somos tus rehenes transparentes,
dispones de nosotros, oh erizada concubina
muchos lujos te has dado,
como dejar tu alma enguantada a los pies
del más anfibio de todos nosotros
y tener un odio triangular que vuelve escarlatas los huesos
y relojes que se ahogan en un hilo de carne.
Soy el único que puede trazar tu nombre en la arena
me afilo los dientes con una campana
mi cráneo asesina al mar,
para que broten higueras de los orgasmos.
Regresa a la pieza que te levante con palos de bambú
toma tu otro baño de tina
húndete en el agua,
y encuéntrate otra vez con la otra
yo te mostraré que:
ahí están los fuegos para tu sumisión,
ahí está el des nacido límite,
ahí están los ácidos que recuerdan la invasión dentro del ángel.
Besaré tu rostro
como monstruos nos arrojaremos
dejando una herida azul en la boca del alba,
dejando un sabor extraño en la boca de las bestias,
el sol va a inhalar una ciudad de oro
resbalarán por tu sangre las pautas de la aurora
como resbalas tú al encuentro de la otra
para llevar por siempre
mi desvelo de tiburón en la sed ultravioleta de ambas.

 

Del libro: Nudos Velados.


 DESPUÉS DE ESE DÍA

Cambiaron la ubicación de las cosas
sabían demasiado de una música de tierra para el viaje enemigo.
El aura del mar levantándose, dejando atrás nuestros terribles ejes
nuestra forma de mirarnos a los ojos, de mirar a las piedras.
Sabían demasiado bien como unirse, por eso recibieron el revés de las cosas
y se empezó gota por gota, nombre por nombre
mientras el mito se deshojaba a nuestros pies.
Sabían demasiado bien
y no esperaron retratar a sus muertos
les bastó que el revés del mundo se levantara contra los árboles y las aguas
contra las cosas y las vidas,
contra cualquier herida que no tuviese un arrojo de estrella.
Lo sabían demasiado bien apareando a las sílfides contaminadas,
saldando algo con ellas,
poniendo plumas quemadas dentro de las almohadas, reanudando las capturas
para que así llegaran y se ubicaran gota por gota, nombre por nombre
como antes cuando las cosas no limitaban con los hombres
sino que el tiempo limitaba con la piedra, limitaba con la luz
y piedra y sangre por igual buscaban legitimar el rayo
mientras la belleza ahuecaba los mares,
y al final dios estaba esperándonos con un ramo de accidentes en las manos.


HAN VUELTO

A Heriberto Rocuant

Han vuelto y sin ningún principio que disfrace la sangre
sin el mineral exorcizado,
la lluvia los filma cuando entran a la casa sostenida por entrañas,
la lluvia los va filmando cuando entran el zodiaco negro y las nutrias.

Tendrán su entierro en mi palabra,
su cuchillo incestuoso,
su carta escondida.
La casa sostenida por entrañas ya ha sido habitada
es cosa de pasar muy de cerca y ver
cómo juegan al dómino apostando pájaros prehistóricos y lágrimas de sangre.

Tendrán que desmantelar los mandamientos de las olas
si no quieren quedar prendidos como minerales en la atormentada exactitud
tendrán una sombra equivalente a un tiempo muerto
tendrán que tener un tiempo muerto equivalente
a convocar a todos los túneles en una sola boca.

¿Para qué tener días desfondados?.
¿Para qué esperar que se haga el azul asistencial?.

El mediador del espacio lo sabe
y cae sobre el mar
y no tarda en tener coartadas
para con los lutos
para con las heredades no consumidas, para con las secuelas que bailan en los oídos del agua.

Ojalá el mediador del espacio caiga también
sobre la casa sostenida por entrañas
y a pesar de tanto rayo y cáscara
que nos cifran y cifran y cifran
reconozcamos en un mismo punto ávido
a quienes se van,
y a quienes vuelven,
sólo con la adherencia esperada
y el cielo necesario.

 

Del libro: Ventanas Quebradas


TREINTAISEISAVO ANUNCIO

 

En memoria de Cecilia Ferrada Camacho

                                                                                     

Me va a crecer el cabello

como le creció a aquellas que reinan sobre el torrente,

aquellas que les mostraron

la ceniza constelada a mis padres,

tan temprano que fue todo eso

así fue, más temprano de lo que yo hubiese querido,

la sangre tomó mi belleza como casa secreta,

el día tiene sabor a piedra

cuando una se desconoce a sí misma.

Ahí están los padres esperándote

listos para llevarte a conocer

el gusano que enmudeció al ángel,

por ahí ellos querían empezar,

la luz quería despertarlo todo en otro orden.

Primero mi madre me tomó de la mano

una paloma nos selló a las dos,

dio vueltas alrededor de nosotras

como si estuviéramos al pie de una puerta

luego se alejó,

sin dejar de bordearnos de arriba hacia abajo,

caímos arrodilladas

el hueco de nuestras propias manos

fue nuestro primer memorial.

Vamos madre, quiero escuchar

el hueco de nuestras propias manos

yo iré diciéndote lo que escucho,

mi correspondencia con lo que emanaba

desde el fondo de la tierra

va diciéndome que no bastan

todas esas piedras que nos han traído

sólo la sombra basta, la tuya madre o padre

la sombra puede tener a la vez

el silencio de la tierra y el mar.

Ahora veo tu sombra, padre,

no es necesario que me tomes de la mano

no es necesario que me lleves,

quédate ahí donde los lobos esconden úteros quemados,

quédate entre ellos cosiendo mis medias con hilos de distintos colores,

quédate como centurión sosteniendo verdades tronchadas.

Vean, oh padres, como de un verano a otro

mi pecho se hizo un oráculo de fuego

al que vienen todas las criaturas

a preguntar por el porvenir,

una noche os detendréis como campana ciega

y el hueco de mis manos en el hueco de las manos de mi madre

como un solo memorial

contendrá el silencio de la tierra y el mar a la vez.

Mucho antes de que, oh padre, me engendrarais

mucho antes de que, oh madre, me parierais

yo era hija de otros padres y de otras madres

y encadené la lengua del fuego

para que sólo mi lengua diga

que la luz quiere despertarlo todo en otro orden

o porque el día tiene sabor a piedra.

Iré ahora cubierta de insignes magmas, de rápidos anillos,

estableciendo ciclos para el gusano

y para el enmudecimiento del ángel.

¿Pero dime, oh padre?,

¿dime cómo marcabais mi crecimiento?,

yo camino con los ojos cerrados tras la emanación,

¿qué otro vestido puedo seguir y ambicionar?,

¿pero dime, oh padre?,

¿qué quieres hacer bajo esta ceniza constelada?,

tal vez mostrarme que la casa tiene más ventanas ahora

y si parece que la casa tuviese más ventanas ahora

tal vez sean las emanaciones

con las que jugué desde niña

y que por siempre seguiré ambicionando,

tal vez tiene más ventanas

ahora que me desconozco a mí misma.

Pero recuerda que tengo mucho que decirle a mi madre

y mucho tengo que escuchar

en el hueco de nuestras propias manos.

La luz quería despertarlo todo en otro orden,

pronto seré una mujer

y reinaré como ellas sobre el torrente

alguien me contará una historia hasta cubrirse de piedras,

la sangre tomara mi belleza como casa secreta.

Padre abraza a mi madre,

la sombra tendrá el silencio de la tierra y el mar a la vez

amarraré al relámpago lo que nunca tuve,

porque como un gusano

o como una ceniza constelada

habrá de darse toda correspondencia,

pero si alguna vez queréis hacer

algo bajo esa ceniza constelada:

sólo recordad que yo incliné la tierra hacia el nacimiento.


CUARENTAYCUATROAVO ANUNCIO

 

En memoria  de Nelson Toledo Vergara

“En sus bolsillos duerme la ceniza del día “

Matías Rafide

 

Espectro morado y corpulento

te ponen pañales y acequias

no es un tributo, es un encargo,

un encargo como escribir

todos los epitafios de una vez

bajo una lluvia de granizos.

Quieres beberte la sangre de los jardineros,

huyen los vasos de los que tienen los ojos vacíos,

ninguna tijera puede cortarle el cabello

a la niña que dibujaba inundaciones.

Un vaho de purgatorio se adensa como almohada,

y recostado nos miras,

señalas el castillo de vómitos

de donde viene la crisálida a atenderte.

¿Qué melodía quieres escuchar hoy?

¿qué vigilia quieres vencer en el pan?

¿qué reliquia quieres que rebose de tus dientes?

¿qué fuego quieres en este destierro de los demonios?.

Corrían ranas por las acequias

las acequias reflejaban el cielo de la tarde,

hay que hacer barcos de papel

para que vayan junto a las ranas

es un agua tibia la que corre por la acequia

es la castidad de la larva la que existe

entre el cuerpo y el cadáver.

Todo lo que existe

y todo lo que no existe cubre al cielo,

hijos míos, ¡temed por vuestras mitades!

yo temo por mi mitad,

pero hay un reencuentro que quiero evadir en la ceniza.

Un vaho de purgatorio llega en las tardes

una nube deliraba no sabiendo

si ser loca o animal muerto,

la crisálida abre un cauce

desde las acequias hasta mi corazón

pasan ranas y barcos de papel,

mis padres se apoyan

en todo lo que existe en mi sangre

es decir: el ruido de una acequia, las melodías antiguas.

Yo canto dulcemente junto a las ranas

me deslizo en un vaho de purgatorio

allí esta ella, esperándome entre tanta vegetación,

allí esta ella, esperándome entre tanta frondosidad,

allí esta ella, como el vino atestiguando al mar,

allí esta ella, como la copa que volcare para que el cielo me recobre.

Ya nuestros corazones se han abierto a las acequias

por primera vez se que el mar

se apoya en la angustia del hombre,

en el patio de la casa se empoza el vaho de purgatorio

una almohada donde ella se reclina de repente

como nube delirando con heridas perdidas.

Bailamos abrazados junto al canto de las ranas

nos olvidamos de las subastas

y de pronto la tomo y la subo conmigo a la motoneta

y nos vamos remontando las acequias,

nos internamos en la frondosidad del cerro,

dejando un vaho de purgatorio detrás de nosotros.

Nuestros hijos se apoyan en lo que de nosotros

va a cubrir al crepúsculo

ya no me quedan vestones,

ni abrigos, ni zapatos,

ni camisetas blancas en el ropero,

y la lámpara en mitad de la habitación

es otra herida perdida.

Pocos saben lo que es beber sangre de jardinero

en medio de tanta vegetación, de tanta frondosidad

o no poder acercarse a los vasos con los ojos vacíos,

pocos saben lo que es escribir todos los epitafios

mientras los granizos se deshacen

y las inundaciones amenazan,

y una niña prueba el filo de todas las tijeras

en una misma piedra

como si fueran relámpagos equivocados.

Un brujo está sentado en mis codos

a la espera de los días de lluvia,

a la espera de la crisálida que vendrá a atenderme.

Un ángel seco está sentado en la lengua de ella

a la espera de las fiestas del mar,

que se valen de sus entrañas.

Llegan las ranas y los barcos de papel al castillo de vómitos

la sangre del jardinero llegó al mar,

yo temo por mi mitad,

todavía hay un reencuentro que quiero evitar en la ceniza,

todavía no sé cual reliquia

quiero que rebose de mis dientes,

la lluvia me cedió un nombre inalcanzable,

pero oh hijos míos,

si me miran desde cualquier parte

siempre me verán recostado

con la crisálida a punto de llegar.


 NOVENTAYTRESAVO ANUNCIO

 

Armas tu lecho nupcial con los restos de un trapecio

la cima de tu esencia está cubierta de alondras satelitales,

oh, rompiente postergada,

nos inclinamos ante ti con lo más azaroso de nuestros ejes,

relumbra una orgia de mimos sobre arenas movedizas.

Condesa, no eres pura, ni impura

ante esas espinas que se creían tus dueñas,

quisieras colgar esas llaves que no cuido la tempestad

es un poco tarde para hacerlo,

mejor apaga todas las luces de la casona,

ve muy a oscuras los enigmas mezclarse en el cielo

escaseaban las alas del sueño,

no salía leche de tus senos,

salía una centella de espanto a empujar la mudanza vacía,

hacia la conjuración de los guardianes insondables,

antes que a estos estratos pasajeros

haya llegado el flagelo de las espirales nocturnas,

haya llegado la brujería de los pulpos.

Armas tu lecho nupcial con los restos de un trapecio

te tapas entera, yaces ahí tendida

conteniendo una eterna fertilidad,

y la cima de tu esencia empieza a tener vetas libres,

no nos dejes fuera esta noche,

lucharemos contra las espinas que se creían tus dueñas

oh ojerosos, por la brujería de los pulpos en la carne

abriendo una claraboya en el techo

por donde nuestras células

se inmiscuyen como sabandijas en la miseria cósmica

de lo que es puro e impuro a la vez,

no todo lo tapan tus calzones colgados sobre alondras satelitales

no tapan la rompiente postergada,

no nos dejes fuera esta noche

duerme junto al traficante de huesos

incendia los pianos,

no dejes tus vestidos manchados al lado de los demás vestidos

lucharemos contra las espirales nocturnas,

con lo más azaroso de nuestros ejes,

nos inclinaremos ante el caos de la sangre

el abismo nos recompensara con las alas del sueño,

te destaparemos de pronto en el lecho nupcial

la rompiente postergada será cosa del pasado

las harinas diplomáticas del mar ya lo serán también,

vano es que te defendamos

oh condesa, tú te defiendes sola

con las alas de tu sueño por encima

de toda mudanza vacía,

de toda conjuración de los guardianes insondables.

Apagas de nuevo todas las luces de la casona,

que salga de tus pechos otra vez, esa centella de espanto

muchas noches estuviste armando tu lecho nupcial

con los restos de un trapecio,

muchas noches sola estuviste soldando y fundiendo

ansiando que la tempestad cuidara esa llave

cuidada siempre por puros e impuros.

Cierta noche, pasó un desfile de astros por tus rodillas,

rompiendo en mil pedazos la claraboya,

los pulpos sonrieron diabólicamente,

los pianos se incendiaban,

pasaron también los mimos cubiertos de arena movediza,

aún relumbrando de sus orgias,

tú querías que dejaran la claraboya rota,

decías, déjenla así, no quiero que la reparen

podría hacerlo yo, sin embargo no lo hare

repetiste eso, desnuda en tu lecho nupcial,

que esa claraboya rota me muestre

la miseria cósmica contra la cual no podéis defenderme,

quiero ver a esas sabandijas inmiscuirse allí

mis calzones han olido a rompiente postergada,

mi rostro de condesa, evidencia una existencia de excesos y placeres ,

mi corazón de araña, evidencia que ame al traficante de huesos,

véanme, no les parece que una centella de espanto

se ha echado a correr en pos de las vetas libres.

Miradme de nuevo, con lo más azaroso de vuestros ejes

he mirado ahora la sombra del sueño en mi vestido manchado

mirándola bien me doy cuenta

que he sido una estatua arañada con cavernas,

que he sido una red de lágrimas que separa muy bien

y mejor que cualquier ola, coágulos y escamas

la carne ya no es carne, es brujería de pulpos

y mis calzones cubren alondras satelitales.

No os dejaré fuera esta noche

entren, os dejaré inclinaos ante la rompiente postergada

que lo más azaroso de vuestros ejes

quede enredado en espirales nocturnas

os dejaré por último,

y eso que la compasión no es propia de condesas como yo

que os inclinéis también

ante esas vetas libres que hay en la cima de mi esencia,

y daos por satisfechos y recompensados

como nunca más en esta vida lo volveréis a ser.


NOVENTAYNUEVEAVO ANUNCIO

 

En memoria de Juan Rojas Pizarro

“Allí viene una marioneta de arena danzando en la encrucijada muerta”

Ricardo Navia

 

Un jilguero lleno de astillas anda en la habitación

atrápalo, cántale muy de cerca

esa batalla de las permanencias,

el sólo choca contra sombras

que se han hinchado de soledad

contra cascos en los que bebemos

un vino envenenado.

Con una sola condición lo dejan pasar las penumbras:

rendir culto a todos las divinidades

que hay en una cerradura,

un cristal pasa inadvertido,

te han dejado al lado de una hoguera

como un signo que le sobra al invierno

y el cual no es posible recoger

sin que irrumpa un enviciamiento de rayo en todo perfil

y se coman todas las cuerdas.

Un cristal pasa inadvertido,

una voz dice: “si tan sólo pudieras acariciarla

cuando su sexo se abre en el cielo,

todo este carbón ardería de verdad”.

Un jilguero lleno de astillas anda en la habitación

tú andas caminando sobre transistores

has perdido la razón,

el rayo se te ha escapado tantas veces de las manos

nunca faltaron las neblinas que caminaron por las espaldas,

una cerradura es algo que tiene muchas divinidades,

un transistor es lo que te pones en el rostro

al salir a perseguir a un jilguero lleno de astillas

aunque te demores días y noches enteras

tratando de atraparlo

con el sólo objeto de cantarle

muy de cerca la batalla de las permanencias

al lado de una hoguera a medianoche.

Un cristal pasa inadvertido

a nosotros con una sola condición

nos dejan pasar las penumbras:

que nos bebamos todo ese vino envenenado de los cascos,

presenciemos como los peces maquillan el amanecer,

volvamos al lado de la hoguera a sentarnos

como un anciano que perdió la razón

que de pronto se da cuenta:

que le sobra al invierno,

que del odio de la carne sobrevino,

que creció bajo una bruma feroz,

que cargó con un mueble por las calles a medianoche,

después lo dejaron en sillas de ruedas en la puerta de la casa

paso muchos días mirando hacia abajo

recordó que tuvo una novia anémica

que trabajaba haciendo estampillas

recordó que a un amigo se le rasgaron los ojos

cuando hundió ardillas en el té

vio como todos los que pasaban frente a él

le saludaban, y le veían como un monolito

rebosante de enigmas enfermos

pero el anciano que perdió la razón

una tarde se levanta de su silla de ruedas

se pone a andar por un predio de transistores

mira hacia arriba,

observa que un jilguero lleno de astillas

le sobrevuela como anunciándole algo,

se envuelve en transistores,

entra a las perreras y a los talleres

choca contra sombras que se han hinchado de soledad,

es el pariente más cercano del desafinado

que se comió todas las cuerdas,

y luego termino diciendo: ”si tan solo pudiera acariciarte

después de haber bebido vino envenenado

irrumpiría en toda mi mano

un enviciamiento de rayo,

terminaría de abrir tu sexo en el cielo,

rindiéndole culto a todos las divinidades

que hay dentro de una cerradura”.

Un cristal pasa inadvertido.

un jilguero lleno de astillas vuela sobre transistores

parece un anciano que ha perdido la razón

que ha bebido vino envenenado de los cascos,

su sombra se ha hinchado de soledad

con una sola condición nos dejan pasar las penumbras:

que le cantemos muy de cerca a la hoguera

la batalla de las permanencias.

 

Del libro:  Anuncio.


HERENCIA DEL INSOMNE XXLI

 

Querían que el parrón

tuviese un aire de ruina griega.

 

Anudábamos el invierno,

para que pasaran a la transfiguración del pez

el ermitaño y la hermana loca.

 

Y el parrón tuvo

un aire de ruina griega.


DOMINGO

                           A Singwan Chong Li

 

¿Quién no invita un día domingo

a su amada al museo ferroviario?.

 

Aquí tuve una regresión de palomas,

y de madrugada,

me vi apuñalando a doncellas jóvenes.

 

Y después me vi

entregando todos sus cuerpos,

mientras la lluvia caía detrás del vidrio

y yo seguía componiendo en mi piano.

 

Mañana, amor mío

viajaré contigo en un tren detenido.

 

El demonio no se cubrirá los ojos

al ver una amapola,

subiendo por la escala de la carne.

 

A medianoche:

me escucharás como toco

una melodía en el piano

y el mar tendrá

una regresión de palomas.


HERENCIA DEL INSOMNE LXXIII

 

La madrina de tungsteno

cuchichea en los tranvías

con el hombre de camisa verde

acerca de recetas incomprensibles.

 

Están en pleno verano negro

donde linchan

en salones de té.

 

La madrina de tungsteno

otrora era acaudalada.

 

Hoy sólo tiene un pozo

donde cráneos

piden más restos

de la aurora calcinada.

 

Del libro inédito:  Herencia del Insomne.

 


ENCOMIENDA PERDIDA III

 

Esta noche comerán tierra,

serán acosados por válvulas

y águilas santas.

 

De ellos sabemos que sujetan

meses destruidos,

fetos tatuados por carneros.

 

De ellos

no sabremos

nunca más.


ENCOMIENDA DEL CONDENADO

Ni los días, ni las noches

cubrieron así mi casa

como la sombra de tu manantial

esa vez que enterraba

pájaros en los muros.

 

Yo tengo tantos secretos de aire con mis ojos

que veo hasta milagros clavados

en las nubes.

 

Hundo las manos ensangrentadas en el pozo

la sangre se disuelve en el agua,

y hasta que atardece me reflejo:

pastor oscuro de los cataclismos

que ayer se ocultaba en los metales.

 

Del libro inédito: “ Encomienda”.


Rodrigo Verdugo (Santiago de Chile, 1977). Poeta y collagista. Coeditor y articulista de la Revista Derrame. Miembro del Grupo Surrealista Derrame.

Ex Secretario del Pen Chile.

Su obra ha sido publicada en revistas y antologías chilenas y extranjeras, siendo traducida al inglés, francés, italiano, portugués, polaco, árabe, uzbeko, rumano, búlgaro, catalán y albanés.

Es autor de: Nudos Velados, Ediciones Derrame, 2002. Ventanas Quebradas, Olga Cartonera, 2014 y Anuncio, Rumbos Editores, 2017.

Ha participado en exposiciones internaciones de surrealismo en España, Portugal, República Checa y Costa Rica.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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