
AVRIL
Me enseñaste que no existe el tiempo,
que no hay que envejecer para morir
ni salir de un vientre para nacer.
Me enseñaste que se debe respirar profundo
y que el cuerpo solo necesita un instante para quedar sin aire.
Me enseñaste el amor hacia ti y el amor hacia mí,
que las lágrimas verdaderas no son de dolor,
que la Navidad llega en abril
y que la vida renace cada año con una fiesta.
PARTO
¿Qué es esto?
Un lugar tranquilo y un poco adictivo.
El interior de un cuerpo, el vientre de una mujer.
¿El de mi madre o el mío?
Es el de mi madre, estoy adentro.
¿Y esto qué es? ¿Una cuerda?
Un cordón, suave y baboso.
Me falta un poco la respiración,
¿será por el líquido en el que navego?
Mi rostro está muy suave,
lágrimas bajan por mis mejillas…
¿Qué será la sensación de caricias
como de brisa en todo mi cuerpo?
Mis manos… tan extrañas…
puedo ver las venas de mis dedos.
¿Qué es esa luz amarilla y clara?,
ahora me falta más el aire.
¿Habrá salida?
No veo ninguna. Aunque, ¿para qué la busco?
¡Maldita sea!, qué es lo que me impide seguir aquí,
¿Por qué esa necesidad de huir?
¡Un momento! ¿Cómo sé todo esto?
MUJER DE OJOS TRISTES
Te conocí llorando,
no sé si fue por verme
o por haber perdido algunos años.
Siempre llevas la mirada triste, aunque sonrías;
intercambiaste tu juventud
por un matrimonio nómada,
tres hijas y barrios sin luz.
Vas avanzando con paciencia y sin mostrar dolor,
pero tu mirada triste es un hecho notorio,
la enjaulada alegría que busca sin cansancio
las llaves para abrir la cerradura de tu corazón.
HERMANAS
Entre tres hay complicidades
y desacuerdos, viajes y encierros.
Entre tres hay estaciones sin invierno,
y primavera la mayor parte del tiempo.
Entre tres hay esquinas redondas y calles sin sombras.
Entre tres hay fugas a lugares lejanos
y encuentros fragmentados.
Entre tres también se ama,
a plena luz del día, con coraje y heroísmo;
como águila, halcón y cóndor en un mismo nido.
APRENDIZAJE
Ella quiso intervenir en la vida,
salvar, crear, intentar ser Dios.
No veía que la disposición era una
y no provenía del humano.
Aprendió un día, con lecciones y dolores;
olvidó al otro y recayó
tratando de nuevo entender,
y amó más de lo que era permitido.
Conoció los colores de la vida en un instante
y también en un tiempo más largo,
miró fijamente a los ojos de la niña
que le brindó su vida entera
en una inocente sonrisa.
TRAYECTO
Me gusta caminar por los bosques,
percibir el olor de los árboles y las flores,
hablar con ellos y crear, simultáneamente,
poesía y mi propia historia.
Disfrutar cada instante, cada olor,
fotografiar cada detalle con el mejor lente
y guardar la copia en mi memoria.
Pasar mis manos por las paredes de la montaña,
revisar sus inscripciones sin entender lo que dicen.
Me gusta ser coleccionista de imágenes y momentos,
alimentar mi cuerpo de roces con extraños
y escapar entre silencios mágicos.
GUADO
De mi abuelo recuerdo que a cada nieto lo sentaba en sus piernas y nos daba palmadas en la espalda, para mostrar así su afecto y confianza.
También nos echaba cuentos del pueblo, de la finca y de la pesca; mi abuela no le creía, pero nosotros siempre estábamos atentos e imaginábamos sus hazañas.
Tuvo 13 hijos y 22 nietos, los amigos se sorprendían y él se reía orgulloso.
Se fue apagando poco a poco, por las medicinas de los tratamientos que debían aplacar su enfermedad. Él me decía que era la vejez, se cansaba, incluso cuando caminaba lento. Luego las visitas ya no eran en el patio de su casa, sino en una clínica donde lo vimos acostado, en una cama incómoda, con suero y un respirador. Ya no hubo cuentos ni charlas.
Sus hijos, sus nietos y hasta su bisnieta Avril, que ahora lo acompaña, lo despedimos una noche, esta vez nosotros le contamos historias y le dimos palmadas.
Los recuerdos más alegres que me quedaron de mi abuelo fueron aquellos domingos de carnaval, cuando cambiaba la cara seria por un buen trago y el ¡juepajé!, mientras bailaba porro y cumbia, escuchando el millo y la papayera.
Poemas del libro Sin Comillas, 2023.
SANDRA CONRADO DE LA HOZ (Barranquilla, 1985) Abogada egresada de la Universidad del Norte en Barranquilla. Cofundadora de la Fundación Bello Avril. Durante sus estudios jurídicos descubrió su pasión por la lectura y todos sus créditos libres los utilizó para estudiar historia, cine y literatura. Ha participado en dos antologías dirigidas por la escritora Nora Carbonell Muñoz: Del júbilo a la última estación, proyecto ganador del Portafolio de Estímulos para el Desarrollo Artístico y Cultural en el Distrito de Barranquilla (2017) y La Palabra Arcadia.