SOBRE LA OBRA DE FER DE LA CRUZ | RUBÉN REYES RAMÍREZ


Señales de un caracol*


“Veo el azaroso canto
de los cenzontles entre las esferas”
Fer de la Cruz


Este ensayo no es un estricto estudio de crítica, sino más bien un racimo de señales del libro “Poemas espirales” que rescato a manera de luciérnagas en el camino para acercarnos a la obra. Al iniciar, sigo una sugerencia de Jorge Luis Borges. Él decía: “en el decurso de mis muchas … conferencias, he observado que se prefiere lo personal a lo general, lo concreto a lo abstracto”.
Así bien, a Fernando de la Cruz Herrera, el Fer de la Cruz de Poemas Espirales, lo conocí personalmente en Mérida a través de su mamá, Doña Alicia Herrera Albertos. Ella y su hermana María Teresa tuvieron la generosidad de brindarme alguna información y poemas inéditos de Ernesto Albertos Tenorio. Un poeta yucateco —tío-abuelo de Fernando— cuya vida transcurrió en la primera mitad del siglo XX (Mérida, 1897-1959), que abrevó del simbolismo, el modernismo y del estridentismo en México— quien en alusión a su poética decía: “Yo escribo como paren las mujeres: con dolor y esperanza”. De ese poeta, yo elaboraba una recopilación de su obra, publicada después por la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) en la colección La huella del viento, hacia 1995. A Fer de la Cruz, aquel joven Fernando, lo hallé después en un reencuentro en la espiral del tiempo y de su palabra, como el autor de “Poemas espirales”, poemario ganador del Premio Internacional de Poesía Ciudad de Mérida 2019.

*
Este libro es según lo caracterizó el laudo del jurado, “un conjunto de poemas “alfabetizados” (marcados de alfa a omega) que, mediante diversas referencias (…), imbrican la explicación de lo eventual y particular en interpretaciones de actualidad sobre el origen y las pautas del universo.” A mi parecer el texto, pensado desde una mirada mundicéntrica, configura una tentativa poética de observación y reflexión, permeada de las preguntas fundamentales sobre nuestra presencia de hombres y mujeres en el sitio y tiempo que habitamos.
Desde la primera lectura, el poemario se me presentó como un arco furtivo de las refracciones móviles de un juego de espejos de mundo y lenguaje, en contrapunto y convergencias de lo personal, lo humano y lo cósmico. La voz lírica, desde la gravitación de una inquietud contemporánea de nuestro ser, proyecta un arcoíris de matices con atisbos e interrogantes en torno al periplo de nuestras formas de estar en el mundo, expresados mediante un asomo imaginario al origen del universo y los ciclos evolutivos de la humanidad.
Así, partiendo de la travesía aérea de un viaje real, el vuelo del pensamiento despega de lo inmediato:

“En tanto que este avión deja su cauda
rayando las figuras de las nubes
con sus turbinas jet enardecidas,
inscribo en una página mis trazos que divagan
a cientos de kilómetros por hora”

Y es el mismo punto real de partida de donde surge y se da vuelo a la palabra y al sentimiento del erotismo ausente, con etérea distancia de evocación y firmeza vívida de cercanía:

“Es al vuelo que atrapo este poema
o, más bien, él me atrapa
como el saludo de los sobrecargos,
como las ventanillas paisajistas,
como los aleteos de los ángeles”
(…)
como mi pensamiento
que te busca
literalmente
en las nubes.”

De las varias perspectivas por las que gravitan los poemas, a mi gusto son tres principales las que se alternan en una secuencia ondulante a lo largo del poemario: la del pensamiento y la realidad, la de la creación y el lenguaje y la del individuo y su vivencia amorosa. El yo lírico parece hallar en lo erótico personal un centro de atracción donde el hombre tiene un lugar propio en el cosmos y recupera su poder creador o cocreador.

*

En medio de los giros de esa espiral vacía, o sostenida por la certeza de su propio enigma, acaso la conciencia primordial de tal yo es la de su soledad, la misma soledad múltiple de todos los seres en la inmensidad del espacio-tiempo.

“Entre los multiversos navegamos,
entre la rigidez de la materia
y océanos de miedo a la zozobra
sin la seguridad de que haya fondos reales que tocar,
sin tierra en qué enterrarnos,
sin nada en qué caer vivos”

es entonces la visión de una caída original y concéntrica, como imagen en movimiento, en cuyas refracciones se tocan las órbitas de los sucesos mitológicos, históricos y cotidianos, lo que parece enhebrar las secuencias del recorrido con los hilos ambivalentes de la certeza y la duda, del ser y la nada, del aquí y algún afuera, de lo real y lo posible. La pregunta de lo esencial, de aquello que podría sustentarnos y unirnos como fuente y sello de identidad o comunión se estrella con el vacío.

“Nada en absoluto nos sostiene.
No hay telarañas de titiritero
(…)
No nos sostiene el suelo ni nada subterráneo
ni lluvias descolgadas
ni redes de mirada.”

Nacimos con los lomos desnudos como cerros
deforestados de alas,

con pies libres de suelas
como espigas, de un golpe prenatal
desenraizadas.”

Esta percepción de orfandad y desnudez o de extravío inmanente se rebela a un tiempo con la angustia del anhelo telúrico y psicológico de lo trascendental que, paradójicamente, se muestra como un rasgo inmanente; a la manera de esa mítica serpiente que se muerde la cola.

“Así es que navegamos
en redes transoceánicas
de miradas humanas
que no sostienen
nada
más que esperanzas vanas
como eternas,
más que ilusiones ópticas
de ilusos.”

Este hecho congénito, quizá motor o impulso primordial de nuestro estar en el mundo, se consigna en los poemas con una serie de esfuerzos (afanes y espejismos) que dan cuenta de la evolución y la historia humana, al modo de una periodización signada con algunos trazos o menciones de ciertos hitos sobresalientes del trayecto. Las siluetas de Prometeo y Sísifo, Ulises y Penélope, pudieran traslucirse por momentos en un envés de este juego de reflejos; así como las eras mitológicas de los soles mesoamericanos y sus cataclismos cósmicos en la lucha entre las deidades del caos y el orden y de la nacencia del hombre, que desde su aparición recorre los giros cíclicos de las estaciones de su estar en el mundo.
Con esta visión de un yo en medio de la ausencia, del vacío insondable, se devela la conciencia del ser ante la nada. Pero la nada circundante es un hoyo negro para la conciencia y, a fin de cuentas, para la esperanza.

“—Quizá la nada sea una meta pasajera
pero no tiene ya nada que darte—.
¿y qué importa?

—Quizá tengan razón quienes afirman
que todos los caminos conducen a la nada—.”

Desde algún sitio subliminal esa conciencia parece resistirse a la aceptación absoluta de la nada, contraponiéndole así sea tímidamente, la posibilidad del amor como semilla oculta en la espiral del tiempo.

“Quizá sólo una cosa aún nos sustente:

¿La ansiedad? ¿El deseo?
¿El vértigo de tanto movimiento?
(…)
¿Será el amor traslúcido
como atmósfera virgen
o el temor de que un día
el Cosmos se detenga?”

Ello es en fin algo irresoluble, un dilema que se sostiene radicalmente en el espacio insomne del arenal sin límites de la duda. Explicablemente por eso, la imaginación busca un sitio genésico seguro en el refugio del abrazo erótico.

“El tiempo se detiene.

Me vuelvo radiación, silencio, éter…
y tú te regodeas en el flujo de tu singularidad.”

A la vez, en un universo paralelo, alterno al de la creación del hombre en el big bang íntimo del amor, las palabras del poeta que se manifiestan por momentos con las señales de ese mismo poder creador, se imaginan o miran a sí mismas desde los giros especulares del alfa y el omega.

“Pie sobre pie versemos:
(…)
en unos versos parcos en metáforas”

Pero desde las palabras y el silencio, reverberan con sus avatares de incertidumbre o extravío las viejas preguntas

“Dónde comienza el vuelo de las cosas?
¿En el suelo o el techo, en el cielo o el sueño?
¿Dónde comienzas tú, dónde la aurora?
(…)
¿Dónde yo, qué tan hondo debajo de la alfombra?
¿Dónde la infinitud de cualquier círculo?
(…)
¿Dónde el punto final de la conciencia?”

Al fin, en una suerte de retorno de la mirada al sitio del origen inmediato del vuelo, que acaso sea sólo un descanso, el sujeto confiesa una plegaria lírica con la que busca ampararse junto al tú del pensamiento de su amor.

“Que el avión me sostenga.
Pese a tantos kilómetros de ausencia,
que el pensamiento, juntos, nos sostenga.

Que una oración al vuelo
aplaque cualquier sueño turbulento
para que la intuición de mi espejismo me sostenga.”

Así, realidad y pensamiento, mundo y palabra convergen o desenlazan al término del viaje en ese “eterno retorno” del que nos habla Mircea Eliade, el cual es en este caso el sueño o espejismo de un ápice de la espiral, que transluce la esperanza de un recomienzo. El poema epílogo, desde una cúspide provisional de esta escalera de caracol, señala:

“En cada nuevo giro, lo que fue nos aguarda:
otra oportunidad para encontrarnos
o seguirnos buscando en las proporciones áureas,
en encuentros remotos o inmediatos,
simultáneos arribos y despegues,
en lo que de verdad valga en el viaje
lo que fuere,
lo que augure y
lo que
era.”


* Texto leído por su autor durante la presentación del libro Poemas espirales (Libros del Marqués/Ayuntamiento de Mérida, 2020), de Fer de la Cruz. La presentación fue organizada por la Dirección de Cultura del Ayuntamiento de Mérida, Yucatán, México y tuvo lugar por Zoom el 31 de marzo de 2021. Participaron: Fer de la Cruz (autor del libro), Rubén Reyes Ramírez y Carlos Parada Ayala (presentadores), con Yazmín Novelo como moderadora.


Rubén Reyes Ramírez, poeta, ensayista, investigador y docente mexicano. Autor de una decena de libros. Al lado de Fidencio Briceño Chel, coordinó el Póopol Wuuj en dición bilingüe maya yucateco-español. También ha publicados más de 20 textos que versan desde la creación y la crítica literaria hasta el ensayo, la pedagogía y el periodismo. Ha sido investigador en las Facultades de Antropología y Arquitectura de la uady. Fue director fundador de la Escuela de Humanidades de la Universidad Modelo, Mérida; docente y conferencista invitado en la Bringhan Young University, Utah; University of Texas, El Paso, y la Universidad de Los Andes, Venezuela.


Fer de la Cruz (Monterrey, Nuevo León, 1971) es un poeta, narrador, docente y gestor cultural mexicano. Las obras de este poeta abarcan la poesía lírica, satírica e infantil, además se encuentran en «diversos trabajos colectivos y revistas de literatura».​ En el 2021 fue nombrado Huésped Distinguido de la ciudad de Kanasín en el marco del Encuentro Iberoamericano de Poesía del municipio, lo anterior, en reconocimiento a su trayectoria en las letras mexicanas.​ Durante su trayectoria ha ganado varios premios y reconocimientos. Ha participado en eventos y congresos de lectura como la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (FILEY),​ también ha sido invitado a conferencias y ferias del libro en Cuba, Francia, Estados Unidos y México.


 

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