SOBRE EL NIVEL DEL MAR | JULIO CÉSAR GALÁN

JULIO CÉSAR GALÁN

SOBRE EL NIVEL DEL MAR

 

Ansío toda luz porque un día fijé el mundo

con mi dedo índice,

y amo

el correr de los ríos porque de algunos peces

aprendí hondura.

Fueron mis ojos quienes miraron

por primera vez

que en la caída de los astros se escondían

un niño y una rueda.

Siempre me hice invisible cuando los hombres

pusieron sus manos

sobre mi fingida presencia,

y cuando tuve un brazo que parecía un ala,

las flores que brotaban

en los tejados me otorgaron

las dádivas de un vientre,

ésta es la única verdad que he conocido.

 

A dos mil pies sobre el nivel del mar

la marcha de los pasos deja de orbitar,

el frío aumenta toda lucidez,

y la respiración es lenta

como la vida en las montañas

y en las ermitas, el corazón renuncia

a cualquier renuncia,

y la única doctrina es la fecundidad.

 

Nuestro propósito es crecer cuando creamos

y amar a cuanto no desgarre,

nutrirnos de nosotros mismos y no golpearnos

en soledad

y que cada vez que el mundo sea la primavera

nos despojemos de cuanto fuimos

y seremos, formando

la columna que une nubes, espacios y semillas.

 

El truco no es difícil ni complejo,

tan sólo se necesitan

algunas dosis de serenidad,

concentración y sencillez.

 

A seis mil pies sobre el nivel del mar

-y subiendo-

los ojos van perdiendo su nostalgia

y para no cegarnos tengo que demostrar

mi destreza en las diferentes artes

de la distancia

y para que no se dilaten las venas

el oxígeno tiene que ser lo más escaso posible.

 

Se aligeran,

se aligeran las manos, los pies, el pecho,

los lastres se reducen:

las personas que un día me nombraron

hacen el mismo ruido que las hormigas.

 

Sigo el rastro de los cometas,

de las galaxias que comienzan

cuando un huevo se rompe,

de esa gracia tan tuya de armonizar

mis extremos.

 

Sólo me he dado opción a mudarme en un hoy,

en un hoy que renace, confirma y desprecia.

Poco importa la muerte ahora.

Poco importan las palabras ahora.

Poco importa que el mar

haya expulsado a quien movía su repetición.

 

Los restos de la fiesta quedan aún en mi boca,

aún me ofrecen mucho juego,

aún relucen como miel secreta.

 

A diez mil pies sobre el nivel del mar

sólo quedan los labios,

el nacimiento de unas risas entre las sábanas

y las luces que como gotas de rocío resbalan

sobre este mármol.

(De Tres veces luz, 2007)


SALUDOS DE LA GOLONDRINA

De esas observaciones se puede deducir que de la palabra aire revive la golondrina: el poso de los libros infantiles desde las tardes de verano y aquella casa…el horizonte en la cerca de octubre donde repongo saludos, bienvenidas, extravíos:

 

¿por qué volvemos?

Al despertar nos asomábamos limpios

desde aquella golondrina

y me empujaba por el aire,

y mi cuerpo giraba como

un derviche danzante

y algún rayo nos enganchaba el cuello

¿hasta subir amados?

 

Volvíamos a pisar la hierba, amasar el verde lo llamaba el abuelo y aquella sensación telúrica nos envolvía como burbuja de jabón[1], las que mi madre alzaba para hacerme asombro. De la palabra aire revive una golondrina:

¿revive? ¿Para qué volvemos[2]

 

[1] Convergencia: “El caballito de mar expulsa sus huevos” = “los chicos soplan sus pompas de jabón”.

[2] Este poema, además de este final, tiene otros dos posibles cierres: 1) “Volvíamos: Nada más lejos de las calles cuando se escribe. Sólo se ha concentrado en donde se produce la vida. Accede sin cambiar de forma, pero tiembla y describe el vuelo invisible del ave invisible: Golondrina. Tanto por decir en tan poco tiempo: el deporte de trazar círculos. Nadie aquí es realmente nadie. La gran Maleta y el columpio mortal. El gozo de las esferas. Mi familia: tu amor y mis libros (algunas alas). Me encontré en un libro y seguí viviendo en tus ojos. Nada más he sido. He soldado la vibración de las rosas y la del abejorro. Si supieras cuántas veces quise suic… Si supieras cuántas veces he sido feliz, feliz hasta erguirme por encima de mi frente. El silencio de la llanura pulsa sin ti el ritmo del sueño. Sin mí: como si fuera la primera vez”.  

2) Volvíamos: “Hasta salir del rostro. / Se hundieron en el iris/él y los otros. // Conocerá: y en quiebro. /Quebrar las lejanías. / Desapego para morir mejor. / Y celebrarse sin posibilidad de regreso.”

(de Inclinación al envés, 2014)


(BUCLE ACRE DE LA CALLE MORERAS)

 

Ella es conocida por las pupilas del mirlo.

Mis pupilas en el atardecer

(se podrían situar dentro).

La gracia del silencio.

 

(Un recuerdo se forma en la pared:

la estafa política y económica que me llevó

a Argel:

la ausencia de mi hijo y de mi pareja

en la isla de los fuegos).

 

Voy a la librería Boxoyo,

pero te detienes en la calle Moreras…

Piensa en su padre y recuerda que se dijo:

-He aprendido de ti a no ser cómo tú     

(así quiso empezar un poema

dentro de la heterónima, Jimena Alba).

 

Miro a mi hijo vertiginosamente (dentro de mi mente)

reflejado en la palabra pureza y sus tópicos[3],

y el molinillo de los años tritura

las imágenes

y te devuelve a

1999: muere Rafael Alberti,

cantamos en la noche:

A corazón suenan, resuenan, resuenan
las tierras de España, en las herraduras.
Galopa, jinete del pueblo,
caballo cuatralbo,
caballo de espuma.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

 

Qué cándidos…

Cruzo una calle (2001)

que me recuerda que mi abuelo murió

de cirrosis, un hijo más del vino;

algunas tardes veíamos las corridas de toros

y me enseñaba a morir joven

y cuando se distraía

comprobaba cómo el Cristo Pantocrátor

de la pared absorbía su carne.

 

Cruzo otra calle (2004). Cruzan otras imágenes por las paredes de la calle Moreras:

el botellazo a la luna y el careo de los años

(cuando balbucea la realidad, la conciencia es un polígrafo);

ET, el extraterrestre, y su hogar, el que nunca tuvimos nosotros;

los Tiempos Modernos de nuestros padres y la producción en cadena: los convirtieron en un molinete de tornillos;

el bar lácteo y nuestro nadsat, allí nos dijimos: revitalizaremos la palabra libertad y por el hueco de la D pasó un halcón y también el hombre cohete salió disparado hacia nuestras represiones;

la chuchilla de la luna que corta el ojo y el ojo sangra geometrías y retóricas;

las piruetas de los obreros (mamá por dos euros y medio la hora, papá por tres euros

y medio la hora);

el tranco del débito y el estudio: lo prosaico de la ceniza;

el callejón en donde liamos el destiempo (Peter Pan y Campanilla en el sexo oral).

Y cruzo otra calle (2008) y piso el agua de estos cristales rotos

                                       y me reflejo

                                       y ya no pregunto.

Entro en la librería

(me espera ella, la que es conocida

por las pupilas del mirlo)

para salir de las cuencas agusanadas de los muertos.

(De El primer día, 2016)

[3] En la primera palabra: su primer deseo fue volver. Sin lenguaje, no hay tiempo. Escucha “Here come the sun”. Estoy en Mahón (2013). Me pudro escribiendo una tesis que no me importa. Te pudres dentro de un sueldo miserable. En la biblioteca los libros devoran su soledad, las pérdidas y la vereda que me llevaba a tu casa. 

 


LIBRO XIV

 

puedes olvidarte de ti ahora

que las jorobas de las dunas

casi se acercan a esa luz

en que las cosas y los seres

ya están sin formas

tan sólo tienes miedo a dejarla sola

 

-haz que tu obra parezca

siempre joven dijeron

 en las vallas los hombres metálicos

 

[Prelectura]

 

morir es un recuerdo ¿más?

conocimos la tersura

de las ballenas sin haberla tocado

conocimos el galope de los caballos

salvajes sin haberlo escuchado

conocimos el destino de las flores

de edelweiss sin haberlas olido

 

[Contralectura]

 

la plenitud debe ser algo parecido

a esta maraña de ti: soñándote

en el desierto de Tassili (¿en el que nunca estuve?)

 

aprendiste       miró el mundo

tan sólo estaba amándote

en tu ausencia

aquí el verde es un rostro humano

las palmeras supuran miel

en sus dátiles              y enhebran el cielo

unas cuantas golondrinas

que se llevan algo de nosotros

(todo lo que fuimos

todo lo que somos)

quizás todo aquello que me sobra

nos tenemos a nosotros mismos

como cuando nacemos y morimos

 

[Subtexto]

 

¿es necesario el amor aquí?

tan sólo me hago esta pregunta

para engañarme unos momentos

 

[Coda]

 

la canción dice: “agua de nieve…”

y oigo el latido del mundo

es una pequeña ondulación en el aire

cuánta densidad en la niñez

de esta alegría

quiero recordarme así:

 

sentado                       solo                 mirando el horizonte

junto al separador inmenso del día

(De Testigos de la utopía, 2017)


TRAZADO DE DISTANCIAS

                                                                                    

   Carrer de sa Bolla

[Subtexto]

 

sí          pero el mar absorbe aquel

alrededor tan nuestro

y la isla acaba de nacer

(el amor nos destrozará)

pero en el lado inverso

de las estrellas

se oye el futuro           de un recién nacido:

por el columpio caen              las cenizas del sueño

 

[Coda]

 

Las cenizas del sueño

bajo la palabra mamá:

se contagia el pasado y el presente

(suena la música que nos bailó).

Debajo de las nubes, todos nuestros adioses.

Y los siglos se abruman

en el rojo de las murallas rojas.

No obstante, seguiremos enramando

el universo en la palabra

“Adoración”.            (¿Has sacado ya el dinero?)

[Coro]

Por el espacio caen las cenizas del gris: una paloma. Mediodía de febrero. La sortija rueda por los restos del horizonte y alguien aprende a odiar la belleza: debajo de las nubes, todos nuestros adioses.

 

[Contrapoema]

Y ¿te vas para no volver?

Dilluns allarga l’ombra fins diumenge.

Y aquel domingo nunca llega

pero sí llega vuestra sombra;

y contemplo a Odiseo navegar

-noche tras noche-

durante diecisiete días

en su vigilia.

 

(Pero a qué horas llegas.

¿Puedes quedarte en casa de alguien?)

 

[Epílogo]

 

Barcos perdidos:        la pequeña historia

de la pequeña camomila

en los barcos perdidos                                   de aquel mapa perdido.

 

Nos vamos. Nos metemos                             dentro del bosque.

Entrar en las raíces y en el vuelo y unirlos.

Y también recuerda y revive. Y alguien aprende a odiar la belleza:

 

(Para qué buscar explicaciones, para qué buscarlas, siempre en el mismo lugar, siempre llegamos al mismo punto.)

 

Los pinares nos cuentan el jamás

del jamás del jamás

y el pájaro carpintero remacha

las grandes revelaciones futuras

y ella prosigue en el futuro.

 

(Esta noche ha dormido conmigo.

Sin tiempo de nada. Estoy agotada.

                                                                                                   Sin salida. ¿Y si muere?)

 

[Coro]

Por el columpio caen las cenizas del sueño. Tarde de marzo. El caracol repta por los restos del horizonte y alguien aprende a odiar la belleza: debajo de las nubes, todos nuestros adioses.

 

[Glosa]

 

Todos nuestros adioses:

tallas de hierba

sobre la duración

infinita de nuestro hijo.

(Suena-la-música-que-nos-durmió).

La lejanía y el dolor: la crisis.

 

                                   (¿Ya has sacado los billetes de avión? ¿Sabes qué pasa?)

 

Miro el parque:

las palomas suspenden su estado místico

y los jubilados dormitan en la cuna de estos destellos.

 

[Subtexto]

 

¡ay! para llegar (¿sí?)                  hasta la infinitud

soplo un diente de león (¿ya llegamos?)

se deshoja mi rostro joven

en el viento y en la vigilia

el Estado nos matará

 

(Para qué buscar explicaciones, para qué buscarlas, siempre en el mismo lugar, siempre llegamos al mismo punto. Sin salida.)

[Títulos]

Pero cuidamos la vasta memoria

en el cuarzo del tiempo.

Ya siempre.

Ahora sí.

Un adiós abierto.

¿Ya llegamos?

 

  1. 09.2012

(De Un adiós abierto, inédito)


Julio César Galán (Cáceres, 1978). Fue lector de español en la Universidad de Argel y profesor asociado en la Universidad de las Islas Baleares. Actualmente es profesor contratado doctor en la Universidad de Extremadura. Autor de los siguientes poemarios: El ocaso de la aurora (2004), Tres veces luz (2007), Márgenes (Premio de poesía “Villa de Cox”, 2012), Inclinación al envés (2014), El primer día (2016) y Testigos de la utopía (, 2017). Además, ha publicado como heterónimo los siguientes libros de poemas: Gajo de sol (2009), La llanura (Premio de poesía “Vicente García de la Huerta”, 2016) y Para comenzar todo de nuevo (2017) de Luis Yarza; ¿Baile de cerezas o polen germinando? (2010) y ¿Una extraña orquídea o un superviento estelar? (2021) de Pablo Gaudet; e Introducción a la locura de las mariposas (2015) de Jimena Alba. De su poesía se han realizado diversas antologías como Ahora sí (2018), Donde es aquí (2019), Acorde para las aguas madres (2019), Anotaciones cardinales (2019), El inventor del Sí (2020), Sin adiós (2020) y Con permiso del olvido (2021). Ha sido antologado en Matriz desposeída (2013), Limados. La ruptura textual en la última poesía española (2016) Poéticas del Malestar (2017), Desobediencia (2020), País Ibérico (2022), Exopoetas (2022) y Poéticas del afuera (2022). Su obra poética se ha traducido de manera completa inglés (de próxima edición) y francés (de próxima edición); y parcialmente al checo, portugués, griego y árabe. Como ensayista cabe destacar: Ensayos fronterizos. Entre el poema y la heteronimia (2017) en coautoría con Óscar de la Torre y Jimena Alba; El último manifiesto (2019) de Jimena Alba; Cuaderno de Sombrario (2020) y Correos a los editores. Poesía Especular/Poesía non finito (2021) como de Julio César Galán. Entre sus textos teatrales podemos citar los siguientes: Eureka (2014), La edad del paraíso (2016) y No. Bocetos de un libro futuro (2021).

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