UN AMOR DE CONTRABANDO | PEDRO CRESPO REFOYO


LOPIANA
UN soneto me manda hacer candela,
ignorando que soy experto en ello
y que me salen sin poner empeño,
como encender a Dios de cera vela.

Y así comienzo con la cantinela,
en busca de un soneto justo y bello
en el que se arracime todo aquello
que es flor tradicional de la canela.

Cabalgar en los lomos de Pegaso
hacia las altas cumbres de un Quevedo
o al ritmo firme de aquel Garcilaso,

sin faltar Góngora y Gerardo Diego
o aquella mexicana, Juana Inés,
que en nada desmerece y viene al caso.


FLORECER DE MENTIRAS

(Canción de amor: casi un bolero)

SE conocieron un día
en un bar de Malasaña:
un otoño anocheciendo
hasta plena madrugada.

Ninguno de ellos sabía
que de entre besos y risas
florecerían mentiras.

CON el correr de los días
el amor iba creciendo,
con esa fuerza que tienen
las flores de los almendros.

Ninguno de ellos sabía
que de entre besos y risas
florecerían mentiras.

LA mujer quiere ser madre
y deja limpio su cuerpo
en busca de aquel encuentro
en los brazos del amante.

Ninguno de ellos sabía
que de entre besos y risas
florecerían mentiras.

YA terciado el embarazo
prepara velas y vino
y un buen plato de marisco:
pero el amante ha volado

como un gavilán bien fino
no se sabe a qué lugar.

Uno de ellos sí sabía
que de entre besos y risas,
además de las mentiras,
¡aquello se iba a acabar!


MUJER NATURAL

BAJO tus venas late
el alquitrán ardiente de mil potros
salvajes, convertidos en tropel
de relinchos y crines,
que al viento ofrecen pulsos sin domar.

ES tu cuerpo la playa sin arrojo
que espera de la ola la llamada
para ponerse en pie de guerra y paz,
el abrazo mistérico fundido
entre dos elementos que, al unirse,
prorrumpe en alarido hasta los montes
y se pierde en el cielo como un eco
de pasión encendido.

SALIVA sin tus besos de firmeza,
lametones de gata enceguecida
por las hojas lecheras de la preñada higuera
que mece el viento céfiro
con olor a cigarras cantarinas
serrando la codicia de la tarde
con el estridular de sus caricias
de lasciva mirada.

ENTRE el aroma firme de tus crespos
cabellos yo me pierdo,
como ese náufrago invisible en alta
mar, que todo lo da
por asirse al madero de un abrazo,
al firme pino que en el monte divisaba
la campiña a su antojo
hasta sentirse herido por el hacha
y venir a acabar en alta mar
hasta la eternidad.

PORQUE eres tú, mujer, la misma mar:
la mirada perdida
en horizonte sin luna argentina,
donde entregar mi cuerpo
al dorado nidal del arenal,
donde tu cuerpo se abre y se derrama,
como una copa rota,
que, colmada de néctar, se va al aire…


EN UN RECODO DEL CAMINO
¿QUIÉN condujo mis pasos
por esta enmarañada senda hostil
que barre el tiempo airado
desde las cumbres del olvido?

NO encuentra ya mi alma las pacíficas
bondades del almendro,
las raíces profundas
en floración serena
ni halla tampoco ángeles colmados
de frescas alabanzas a los aires
de perfumadas calles consumadas.

PARECE que ando suelto por los prados
resecos de la duda,
como esa vaca triste que ha perdido
a su ternero nuevo
de los pezones bravos de la ubre,
como una rama en flor,
arrancada a cercén.

POR estos arribanzos,
donde anidan serpientes de llantén
revolotea el buitre colorado
de pasiones que queman muy adentro,
fundando nuevos mundos en lo oscuro
tembloroso del alma sin ninguna
llamarada de teas calcinantes
que disipen la bruma oscura y pura,
donde habita el silencio y el recuerdo.
Donde habites tú, vida
mía
plena.


FUEGO CORDIAL
TAMBIÉN el corazón tiene su punto
de efervescencia alta
y también burbujeos de ceniza
y vapor oloroso de garbanzos
en las casas antiguas de labranza
con su tocino añejo y su pizpierno
de intimidades sobrias.

EL corazón se nutre de compuestos
sólidos de un mirar profundo y neto
que traspasa los labios para hacerse
beso de fuego alado
que ninguna saliva secar puede su lumbre
envuelta con caricias en anchura de mares codiciosos
de firmes y lejanos puertos íntimos.

El corazón es hielo abrasador,
si debo con los clásicos decirlo:
una suerte de embuste que florece
con las primeras flores de los campos
pintando la mañana con sus notas
de musicalidad en templo neutro,
de recio aroma a incienso con romero
de sabores constantes a los guisos
de pastores bucólicos de Horacio,
el poeta latino
o las cañadas rudas de Castilla
manchando con sus trébedes el alba
al encender las lumbres con las brasas
de una luna creciente
vestida de doncella entre el rebaño
en busca de un amor de contrabando.


PEDRO CRESPO REFOYO (Zamora, España, 1955) es Licenciado por la Universidad de Salamanca y doctorado por la UNED en Filología Hispánica. Profesor estatal de Lengua española y literatura. Ha publicado, además de su tesis doctoral, «Amor, muerte y religión en el ‘Cancionero de Baena’ «, Madrid, UNED,1992; una novela metafictiva, «El cuaderno de los cuadernos»,  Caligrama, 2015; una compilación de etnotextos folklóricos, «Cuentos, canciones, costumbres, trabalenguas y otros textos de Sayago», Zamora, Semuret, BCTZ, 2016; como obra lírica, «Te despiden mis ojos (Colección de 101 haikus)» (Almería, Azur, 2018). Ha publicado numerosas reseñas bibliográficas y ensayos  como crítico literario. Es investigador, medievalista y folklorista, así como experto en comentario de textos y narratología. 


 

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