LA MÚSICA DE LA NOCHE | WINSTON MORALES


LOS RÍOS

Como un volcán en su canción de fuego
Como una colina de nieve roja,
Así vive Schuaima poblada de ríos.
Ríos que bajan por los llanos
Como muchachas desnudas
Con trenzas de agua en sus bocas.
El río más grande de Schuaima
Se llama Calixto.
Llena la luna
Ve descenderlo dormido
Por las piedras y las campanuelas del valle.
La espuma con su risa blanca lo llama
Calixto, Calixto!
Gravita el río con sus plumas de agua
Porque el viento besa su muerte
Y su ronquido de dromedario.
Allí está
Flotando en un mar de ríos Schuaima
Innumerables volcanes hablando del agua:
París en forma de lago,
Rogitama un riachuelo de peces,
Calixto y sus rostros de plata
Vaciando sus ojos
En ánforas de pescadores.
Como un espejo con cara de hombre
como un pensador de Rodin sobre el charco
yace Schuaima poblada de ríos.
Allí van los hombres moribundos
a dejar sus recuerdos y sus rostros.
Éste es el arca del olvido
el río en donde la memoria desciende
por entre colinas de sueños
y el hombre se va quedando dormido
mientras el agua le baja los párpados.


LA LLUVIA

Siempre llueve en Schuaima
Siempre ese precipitarse de los cielos a la Tierra.
Me abrazo a los chorros monocordes de los ríos
Y los cansancios de mi cuerpo se mitigan
Por el beso polimorfo de estas lluvias.
Siempre llueve en Schuaima
Y los follajes de los fresnos
—igual que los patos en parvada—
Bajan cantando por el ayuntamiento y sus orillas
Y los sinsontes se pegan a mi boca
Como los hilos luminosos de una estrella.
Siempre llueve en Schuaima
Y uno aprende a querer esta lluvia estrepitosa
Uno se acostumbra a su desnudez de ropas
A su delirio de doncella
A sus pezones grises,
De donde mana una agua inescrutable
Que moja y contagia de pureza
Hasta los precipicios de la muerte.
Siempre llueve
Y uno sumerge la cabeza contra el viento
Y la lluvia llega como un tumulto de palomas
A anidar en nuestras ramas los próximos veranos.
Siempre llueve en Schuaima
Siempre los espejos y cristales
Descendiendo de las noches desarmadas
Y un resplandor inamovible
Se deposita en nuestros hombros
Y una queja luminosa
Llamea por los bosques
Y unos pájaros de agua
Proclaman la grandeza de esta Terra.


LOS OLORES

He aprendido en Schuaima
El arte de respirar,
El arte de oler
Los aleteos de la lluvia o de la música,
El aroma del mar
Cuando duerme sobre el olor a brea de las pequeñas embarcaciones.
Sé cuándo la noche
Está pintada de estrellas y ovellones,
Cuándo la brisa trae canciones
Colgadas en las hojas envejecidas de perfumes.
Sé leer con mi nariz
Un libro virgen,
Un poema embalsamado de aceites.
Gracias a mi olfato
Me saturo de flores y velámenes,
Sé a lo que huelen las muchachas;
Suerbo con mi nariz rizada por el viento
Sus faldas invadidas de geranios
Sus cabellos apoltronados de fragancias
Oscuras, rubias o castañas.
He aprendido en esta Terra
Que las cosas se ven mejor con el olfato.
No hay ningún recuerdo, ninguna brisa, ningún beso
Que logre escapar
Al hálito respirado por una nariz enamorada.
Sé de qué olores se visten
Las hormigas, las piedras, los grillos,
Las noches lluviosas y lejanas.
He aprendido a capturar
El aroma de las cosas “inanimadas”
Los maderos, las esferas, las semillas,
Las ventanas de las enamoradas
El viento cuando no trae otro perfume que el silencio.
He aprendido en Schuaima
El arte de respirar,
El arte de embriagarse con el cosmos,
Con la danza púrpura de las flores,
El arte de distinguir sin más presagios
Que el espíritu y el cuerpo
Convergen donde empiezan las fragancias
Y que el corazón queda muy cerca de la nariz.


EL LENGUAJE

Para retornar al principio de las cosas
Dejo que me invadan los sonidos:
La música de la noche,
Sus ánforas de luces,
Sus arpegios gigantes
Orquestados por las sombras.
Es bueno dejarse habitar por lo absoluto
Ser como una cabellera de antorchas
Llameando en el suicidio de la calma,
Ser como un hilo de sombra
Herido por la luz de un canto
O el sonido de un pájaro lumínico y profano.
Al evocar el sonido de esta Terra
El campo abierto
Conduce a la polifonía del bosque.
Allí el lenguaje es instintivo
Pre-idiomático
Y el silencio se hace necesario
Para comprender la inarmonía de las voces.
Hay que retornar al principio del lenguaje
—Al estadio mudo—
Para poder conversar con las alturas,
Con las bellotas, con el viento en su estado de pureza,
Con el cosmos en su armonía milenaria.
Silencio tamtamistas y tamborileros
Sólo el silencio,
Tiene el rostro único de todas las músicas
Sólo la voz de las piedras,
El salmo de la lluvia
Logra percibir
Ese albatros invisible que es la brisa;
Albatros
Que espera sabiamente al silencio
Para anidar en la oreja
De los hombres redimidos.

 

Poemas del libro De regreso a Schuaima


Winston Morales Chavarro (Colombia). Poeta, novelista, ensayista y periodista. Magíster en Literatura hispanoamericana y Docente universitario. Su poesía explora la historia del mito y el misterio de la vida humana en textos de hondo calado formal y expresivo. En sus ensayos críticos busca interpretar algunas de las poéticas más importantes del siglo XX en Latinoamérica, entre otras, las de José Antonio Ramos Sucre, Carlos Obregón, César Dávila Andrade y Jaime Sáenz. Sus textos han sido traducidos al francés, inglés, polaco, alemán, rumano, chino e italiano e incluidos en diferentes antologías nacionales y del exterior.


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